El sector minero es posiblemente el menos conocido de la economía nacional, sin embargo, es el sector que presenta las mejores posibilidades de desarrollo a corto, mediano y largo plazo. Hoy nos referiremos a la importancia de las aguas termales y naturales de manantial y especialmente al termalismo social.
En el territorio nacional se han documentado 167 manantiales de aguas termales y minerales, además de 1.000 manantiales de agua fresca de montaña, ubicados principalmente en el callejón interandino y alrededor de los grandes volcanes. El agua es el recurso más importante del planeta. Su uso racional podría generar decenas de miles de puestos de trabajo, así como cuantiosos ingresos económicos.
Las aguas termales y minerales en nuestro país están relacionadas genéticamente con aparatos volcánicos jóvenes y sistemas de fallas y fisuras. Se trata de un recurso finito -agotable-, por este motivo su explotación debe hacerse en forma racional, observando severas técnicas de producción. De otra manera podría perderse este recurso invalorable.
El origen del termalismo social en nuestro país se remonta posiblemente al imperio incaico, al uso que hacían los chasquis de las vertientes de aguas termales y minerales de “Opar-Chaquimaillanayacu”, que quiere decir “agua para lavar los pies”. Durante el incario, los chasquis eran los encargados de llevar el correo y las noticias entre Quito y el Cusco, distancia que recorrían por tambos a la carrera, sin embargo, en el trayecto siempre descansaban en un tambo ubicado cerca de Azogues, en Guapán, sitio en el que hasta ahora se encuentran las fuentes mencionadas.
El termalismo social se define como “el método de curación o prevención de enfermedades, por medio de las aguas termales y minerales, bajo supervigilancia médica y con todos los gastos que demanda su aplicación pagados por la seguridad social”.
En Europa, el termalismo social se llegó a implantar hace más de 50 años, en este continente más de 2.000 centros poblados han surgido alrededor de las fuentes de aguas termales y las de aguas naturales de montaña.
En 1947, en la ciudad de Aix-les-Bains se reunió el primer Congreso de Termalismo Social, en el cual, como conclusión general, se reconoció que las propiedades curativas y preventivas de los tratamientos termales quedaban confirmadas con el mismo título que otros medios terapéuticos y, además, que “el seguro social estaba en la obligación estricta de asegurar y financiar a sus afiliados el tratamiento termal apropiado a su estado y condiciones económicas”.
En el Ecuador, el Estado, a través del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y los ministerios de Bienestar Social y la Salud, está en la obligación impostergable de hacer realidad el termalismo social en favor de los afiliados al Seguro Social, beneficio que debe hacerse extensivo a todos los ciudadanos del país.