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El Telégrafo
Ramiro Canelos

Un nuevo bloqueo al desarrollo

05 de mayo de 2022

América Latina y el Caribe es la región en desarrollo más urbanizada del mundo. Los países de la región experimentan un proceso muy maduro de consolidación de ciudades y asentamientos humanos en comparación con otros continentes y regiones del planeta. La urbanización se vincula con el proceso de industrialización del siglo pasado y las ciudades son el hábitat de las sociedades contemporáneas de América Latina. Con sus oportunidades y desafíos, el modo de vida urbana determina el presente y el futuro del desarrollo sostenible de los países de la región.

 

En este contexto, las ciudades han gestionado la crisis de la pandemia de manera asimétrica, cuyos impactos han sido igualmente desiguales dejando al desnudo las debilidades institucionales, las fallas estructurales en su composición productiva, las deficiencias en servicios públicos y una estratificación social con mayoritaria base de pobreza, dejando en el centro de atención al factor fundamental que explica el casi nulo crecimiento de América latina y en particular de Ecuador: la masiva y persistente base social que permanece en la informalidad laboral que se ha constituido en una barrera estructural para su desarrollo, ya que en su interior existen, entre otros, elementos implícitos como la baja productividad derivados directamente de la composición de nuestra oferta productiva y estructura social.

 

Las condiciones económicas y laborales precarias que sufre el 70% de la población económicamente activa (PEA) están asociadas fuertemente a limitaciones en el acceso a educación, salud y seguridad social y dan cuenta de una lacerante realidad social que se mantiene prácticamente incólume por muchas décadas. En este sentido, la mentada reactivación económica presentada como “estamos saliendo de la crisis de la pandemia” supone en realidad un regreso a una situación de déficits estructurales sociales, económicos y productivos. Una respuesta a cambios que signifiquen un verdadero y sostenido crecimiento y desarrollo integral de la sociedad ecuatoriana, implica ejecutar reformas profundas en varios ámbitos especialmente en fiscalidad, inversiones y empleo, como por ejemplo a través de la reducción del gasto corriente público, mayores incentivos a inversiones en sectores diferentes a los primarios que incorporen tecnología y mayor flexibilidad en la gestión laboral; sin embargo, en cada ciclo político nos encargamos de bloquear el camino al desarrollo pues nos ocupa y privilegiamos nuestra energía social en discusiones y enfrentamientos políticos de ínfima calidad ya sea por sus actores y por los temas que nos desgastan hasta el hartazgo y que configuran una agenda política abismalmente desconectada de las necesidades de la sociedad ecuatoriana. Lamentable. ¿Aprenderemos a elegir algún día?

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