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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Nueve negros peligrosos

06 de abril de 2017

Era el año de 1931 y EE.UU, el país más rico del mundo, enfrentaba la más dura de las miserias colectivas. Todo el esquema económico había colapsado y, para impulsar el consumismo, el mismo presidente Hoover, en discursos delirantes, decía: “Un buen patriota es aquel que tiene un equipo de radio en su casa, y adquiere una deuda para tener dos.”

Como siempre, en esos mares de pobreza, había unos más náufragos que otros. Eran los negros que sufrieron un racismo tan virulento como nunca. Y en un tren que llevaba jornaleros desocupados, un grupo de blancos salió de su vagón para agredir a los negros que iban en el vagón de carga. Fue tan brutal el ataque, que la policía bajó a los atacantes blancos del tren.

Pero estos corrieron a una estación de policía, y pusieron una demanda contra los negros, que fueron todos arrestados en la estación siguiente. Eran en total nueve niños entre los 9 y los 17 años. Con ellos viajaban como polizones dos chicas blancas, que también buscaban trabajo en alguna parte. Se llamaban Vicky Price y Ruby Bates de 21 años, años. Para no acusarlas de vagancia y prostitución, un juez las obligó a declarar que habían sido secuestradas y violadas por el grupo de negros detenidos.

En pocos días, en juicio relámpago, ante el horror del mundo, todos los negros fueron condenados a la silla eléctrica, salvo un niño de 12 años condenado a cadena perpetua. Aunque afuera del tribunal, más de 10.000 personas, con poderosas bandas de música, exigían la pena capital para todos. El mismo abogado defensor, Samuel Leibowitz, un judío que había viajado desde Nueva York para atender a los acusados sin ningún honorario, fue amenazado de muerte, pero continuó hasta el final.

Se demostró, por exámenes médicos, que nunca hubo violaciones. Y Vicky y Ruby, que en efecto ejercían la prostitución, se retractaron al conocer la sentencia de muerte contra los acusados.

Al final, por intensas presiones nacionales e internacionales, en un acto de sospechosa misericordia, se conmutaron las penas capitales por prisión perpetua. Y el último sobreviviente de los condenados, Clarence Norris, que había entrado a la cárcel siendo un niño, fue indultado, al cumplir los 60 años, por el gobernador de Alabama en 1976.

Pero esas no son historias del pasado. Como decía un escritor norteamericano, el pasado no ha sido superado. Ni siquiera es pasado.

Aquí, a los negros tampoco les va muy bien:

Izq: Los 9 acusados y su abogado. Centro: Vicky y Ruby, usadas para acusar a los detenidos. Der: Clarence Norris, el último sobreviviente, fue indultado al cumplir los 60 años.
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