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El Telégrafo
Inty Gronneberg

La quinta revolución

20 de septiembre de 2019

Hace 200 años, nuestro planeta fue la casa estelar de un billón de personas que vivían alrededor de 8 lustros. Junto a aquella coyuntura, la primera revolución industrial generó cambios en el estilo de vida europeo, haciendo que el tiempo de existencia de sus habitantes se alargue en comparación con sus colonias.

La primera era de industrialización cambió las manos de los agricultores y obreros por máquinas, además del reemplazo del animal por sistemas de vapor para la generación energética. La resultante brecha de desarrollo entre Europa versus el resto continuó en aumento hasta las crisis económicas del siglo pasado.

Pese a la debacle, las semillas de la industrialización emergieron desde el Viejo Continente, produciendo una segunda revolución conocida como “sinergia”; término acuñado para describir a la siderurgia y la energía eléctrica como los pilares del desarrollo. Durante esta era, el planeta percibió la triplicación de nuestra especie.  

Entendimos que no había vuelta atrás; los sistemas económicos se enfocaron en la producción, logrando crear sistemas de energía mucho más diminutos: electrónicos. Mediante estos inventos se dio paso a la tercera revolución, la cual transformó nuestras comunicaciones, optimizó máquinas y masificó el conocimiento. En este período se septuplicó la población y su tiempo de vida se duplicó.

Hoy escuchamos sobre la inminencia de la cuarta revolución, caracterizada por el manejo de grandes cantidades de información, mediante sistemas de procesamiento complejos y el uso ubicuo de sensores-captadores de datos. Pero las generaciones presentes enfrentan un problema: la destrucción de la especie humana y el planeta, fruto de los efectos negativos de nuestro progreso.

Noticias sobre hecatombes ambientales hacen pensar si estamos en el camino correcto. Quizás este raciocinio debería retumbar aún más fuerte en las poblaciones del continente más biodiverso del mundo, como lo es la América grande. Tal vez aún más entre los países megadiversos.

Es acaso el tiempo para escuchar a sabios, como aquel que dijo que estaremos locos si queremos resultados distintos haciendo lo mismo; o que la imaginación es más poderosa que el conocimiento. Es tiempo de sacudir cadenas mentales, pensar distinto e imaginar una nueva revolución: la revolución por la prosperidad en armonía con la naturaleza, una quinta revolución, la natura. (O)

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