Aquella máxima en el sentido de que los trabajadores mueven al mundo, se confirma en el presente, pese a que muchas cosas han cambiado en el capitalismo y las sociedades. Entonces: ¿Por qué operan múltiples y frecuentes reformas con avances en algunos sectores de la legislación, menos en lo laboral? ¿Por qué los pocos ajustes realizados implican casi siempre retrocesos en los derechos de los trabajadores? Si 3 de cada 10 personas en edad de trabajar tienen empleo formal, algo está funcionando mal. Tal vez fallan las políticas, normas, decisiones o todo junto.
La normativa laboral es anacrónica, debe adaptarse a las condiciones contemporáneas y a las posibilidades para el desempeño público y privado -burocracia, producción, comercio, servicios-. Las tecnologías y la inteligencia artificial fulminan cientos de puestos de trabajo que ahora pueden asumirlos máquinas con combinaciones de algoritmos y programas sofisticados; pero al mismo tiempo crean otros cientos de nuevos trabajos que exigen conocimientos diferentes. ¿Estamos educando y formando trabajadores para el siglo XXI?
El tiempo, el entorno y hasta los virus dejan huella, cambian a las personas, pero también el funcionamiento de la sociedad y el ámbito laboral; sin embargo, permanece inmutable el objetivo de dignificar el trabajo, lo que depende de voluntades coincidentes, sobre todo de políticos, empresarios, trabajadores y autoridades de turno.
Hace poco el Frente Unitario de Trabajadores (FUT) entregó a la Asamblea Nacional un proyecto de nuevo código laboral con 429 artículos; plantea innovaciones interesantes, por lo que debe ser tratado con premura y amplio debate. El trabajo como derecho social debe garantizarse en toda su dimensión, eliminando la precarización. Ecuador requiere construir colectivamente un nuevo marco legal para el trabajo, respetando derechos irrenunciables e intangibles reconocidos en instrumentos internacionales, la Constitución y la jurisprudencia.