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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Nueva cultura se abre paso

11 de marzo de 2016

Se denomina cultura del reciclaje, de acuciante actualidad, por su impacto en la conservación del ambiente. El  aforismo 0 carbono adicional para mantener la temperatura media mundial sin que rebase 1.5° Celsius respecto a los niveles preindustriales, compromete a individuos y comunidades, no solo a gobiernos nacionales, regionales, locales, asambleas legislativas y demás instituciones públicas especializadas, como también al sector privado, sobre todo a industriales, emprendedores, educadores, formadores de opinión pública, si queremos cambiar los comportamientos humanos impuestos por un sistema económico al servicio del mercado, que está destruyendo la naturaleza. Esta ya expresa su indignación con el calentamiento global del planeta. Los recicladores están a la vanguardia a su favor, y contribuyen a diario a que las decisiones sobre el cambio climático tomadas en la Convención de la ONU en Paris- COP 21 no se queden en mera retórica.

Son prójimos cercanos, invisibilizados, excluidos, que vemos pasar delante de nuestras viviendas concentrados en su tarea ecológica, muchos de ellos, madres acompañadas de pequeños hijos o embarazadas, sin equipamiento adecuado, fuera de viejos guantes y grandes bolsas para cargar a la espalda los residuos comerciables, con ingresos inferiores al salario mínimo, sin acceso a beneficios laborales ni a los servicios del IESS, y ante la indiferencia de muchos ciudadanos que no aceptan la cultura del reciclaje. Algunos ni siquiera aceptan que el pobre los incomode; otros, tal vez por compasión, cuando más, regalan zapatos y ropa vieja, residuos de comida y hasta medicinas que caducan.

Es un comportamiento tradicional, individualista, que desecha el ejemplo de Jesús de Nazaret, de amar al prójimo como a nosotros mismos, con un amor eficaz que cambie realidades injustas.

Lo mínimo que podemos hacer por los recicladores es reconocerlos como seres humanos y prestadores de un servicio; no son vagabundos, son luchadores que basan su sustento económico en la recuperación de residuos sólidos reciclables, como papel, cartón, plástico, vidrio y metal. Además, facilitarles su trabajo enviándoles clasificados los residuos. Es un primer paso para mayores compromisos.

Para todo esto se requiere un cambio de valores, actitudes y comportamientos, que comienza por los niños y jóvenes. Ya existe mucha literatura ecológica para ellos.

“Son mi esperanza”, dejó escrito Fernando Cardenal en su testamento. “Solo hace falta que la sociedad les ofrezca una causa grande, noble, bella, si es difícil, mejor, y que al frente de ella haya personas con autoridad moral. Yo espero que los jóvenes regresen a las calles a hacer historia”. Sí, codo a codo con el pueblo hacia su empoderamiento.

Jóvenes en Quito ya se han unido y fundado la iniciativa ciudadana voluntaria Recicladores Vecinos -ReciVici–que busca generar un vínculo entre la ciudadanía y recicladores de base. Su inauguración será el 12 de marzo a las 10 de la mañana en el parque La Carolina. Merecen todo el apoyo. (O)

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