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El Telégrafo

Nuestra cancillería

10 de marzo de 2012

El proceso de construcción de la Revolución Ciudadana es complejo y abarca muchos ámbitos. Uno de aquellos es el referido a las relaciones de nuestro país con el resto del mundo, y a los principios y políticas que las guían, en concordancia con el marco de nuestra Constitución.

Históricamente nuestra cancillería ha sido manejada por una élite que incluso transmitía de una generación a otra esa prerrogativa. Junto a los nombres de altas personalidades que han dirigido nuestra política exterior, imprimiendo en sus funciones un sello de dignidad y manejo soberano, hay un gran número de personas que por razones de parentesco o amistad se han turnado en las diversas embajadas, con un accionar ineficiente y hasta contrario a los intereses del país. En muchas de las representaciones diplomáticas, sus personeros se dedicaban al dolce far niente, es decir a cualquier actividad ajena a su rol y dejaban de lado su carácter de representantes de un país rico y diverso, que debían posicionar como destino turístico, de inversión y comercio, a más de difundir sus valores culturales. Por eso Ecuador era prácticamente desconocido.

Por fin nuestro Gobierno ha dado un golpe de timón al manejo de la cancillería, a cuyas funciones ahora puede acceder toda persona que reúna los méritos que esa difícil carrera requiere. Por primera vez,  indígenas o afrodescendientes ostentan la calidad de embajadores, igual que dirigentes sindicales, intelectuales y valiosas mujeres que se desempeñan en cargos de muy alto nivel. Las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores convocan frecuentemente a nuestros representantes, sobre cuyo trabajo se ejerce seguimiento y control. Se ha ampliado el radio de acción y hoy tenemos, en un plano soberano y de igualdad, nexos con países de todas las latitudes e ideologías. Nuestra vocación integracionista se ha manifestado en la pertenencia a diferentes y nuevos bloques que tienen creciente importancia. Nuestro país es hoy reconocido y respetado.

Ricardo Patiño, que con sobra de méritos se desempeña actualmente como nuestro canciller, a partir de un lamentable suceso en el cual se cruzó la mano del narcotráfico, es víctima de una campaña injusta que tiende a desinformar, sin esperar los resultados de la investigación impulsada desde el propio Ministerio. Su limpia trayectoria y su buen nombre no están en discusión. Lo que se busca en realidad es eliminar los vientos de cambio que soplan en la cancillería y el Ecuador entero.

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