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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Nosotros, los machos

Historias de la vida y del ajedrez
18 de diciembre de 2014

No existe especie más soberbia que la autodenominada Homo Sapiens Sapiens. En el mejor de los casos, como lo afirman algunos científicos, tendríamos que llamarnos Gyna (es decir, mujer) Sapiens Sapiens, porque los más modernos estudios revelan que el cerebro de ellas, a pesar de todos los chistes machistas, funciona mucho mejor.

Por ejemplo, en algún debate en internet entre ateos y creyentes, un caballero soltaba un argumento incontestable. “Por supuesto que sí existe. Y es tan inteligente que hace que el sol salga de día, y las estrellas de noche. ¿Se imaginan si sucediera lo contrario?”.

Inclusive representantes de la torpeza y la falta de visión llegan a los más altos cargos. Cuando Alexander Graham Bell le hizo una demostración del teléfono a Ulises Grant, entonces presidente de los EE.UU., el mandatario le respondió: “Sí, muy curioso su invento. Pero me pregunto quién necesitará una cosa de esas”. 

Personajes similares llegan al poder en otras latitudes. En 1995 China, la potencia nuclear que más pruebas realiza, hizo estallar una bomba en su propio territorio. Entonces el presidente francés, Chirac, pensó que los chinos eran idiotas. Así que hizo explotar bombas francesas, pero no en los alrededores del Museo del Louvre, sino más lejos: En Mururoa, un lugar del Pacífico Sur, donde solo viven nativos sin importancia, muy cerca de Nueva Zelanda y Australia.

Cuando estas naciones protestaron, Chirac dijo que eran protestas demagógicas y que las bombas atómicas eran un magnífico instrumento al servicio de la paz. Claro que sí, señor Presidente.

El cerebro de los machos no funciona muy bien. Quizás por eso tenemos menos expectativa de vida que las mujeres. Los médicos lo saben: las salas de emergencias de todo el mundo reciben más hombres que mujeres, víctimas de accidentes producto de la insensatez machista.

Hace algunos años, el ejecutivo de una multinacional, con oficinas en lo alto del Empire State, quiso demostrar ante su secretaria que los nuevos cristales de su despacho resistían un fuerte golpe. Tomó impulso y se lanzó. El cristal falló. El hombre cayó 57 pisos. Y le pagaban 7 millones de dólares al año, por inteligente. Otro chico en Alemania, apostó a que acercaría tanto la cabeza a una locomotora en marcha, que ella le arrancaría la gorra que llevaba puesta. En este caso, el joven no llegó a gerente.

Las cosas que hacemos los machos serían de risa, si no fuera porque cuestan vidas y porque definen el destino de muchas. Al fin y al cabo somos los que legislamos sobre y contra las mujeres. En el mundo del ajedrez las damas sí pueden mostrar todo lo que son:

1…DxP+;2: PxD; AxP mate

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