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El Telégrafo
Martha Rosenberg

Nosotras parimos

02 de abril de 2018

En la edición de Infobae del 21/02/18, el autor, Nicolás Márquez, dice: “... la embriología y la biogenética, la que nos ha demostrado con absoluta certeza que la vida humana comienza en el momento en el cual se unen el gameto masculino (espermatozoide) y el gameto femenino (óvulo)...” y afirma la falacia malintencionada de que en el aborto hay “desaparición forzada de un menor”. Afirmación mentirosa y descabellada: para desaparecer, un menor tiene que haber aparecido antes. No hay “menor” si no hay vida individual separada del cuerpo de la madre.

En la unión de los gametos comienza la vida humana cuando ese acontecimiento biológico –en este caso perteneciente a la especie homo sapiens, que es el único mamífero superior dotado de lenguaje verbal articulado–, el hecho accidental de la unión de los gametos, se humaniza. Esto es función y tarea de la madre o la persona capaz de gestar que asume el trabajo de convertir ese hecho material biológico en producción de individuos humanos, es decir, parlantes.

Y es también experiencia vivida de toda persona existente. Todas y todos nacimos, y al nacer hacemos madre a la persona capaz de gestarnos y ponernos en el mundo. A todos, alguien –generalmente y transhistóricamente una mujer– nos gestó y nos parió para que seamos seres paridos, hijos nacidos (separados) por un trabajo de gestación y un trabajo de parto y un reconocimiento simbólico. Somos materia prima y mano de obra de la praxis maternal. Somos hijos, cuando nacemos. Ocupamos un lugar en el sistema de parentesco aunque hoy este esté en crisis y transformación por diferentes factores que crean nuevas subjetividades sexuadas. Gradualmente adquirimos las funciones fisiológicas y simbólicas que nos permiten ocupar nuestro lugar y ganar autonomía individual inmersos en las relaciones sociales que nos constituyen.

Nuestra vida como personas empezó con la concepción, si nacemos y sobrevivimos. Pertenece al pasado de nuestra historia, es un juicio de existencia retrospectivo, y no hay ningún presente subjetivo para ese momento, más que como origen après coup de lo que llegaremos a ser después de nacer. No sustenta ningún sujeto de derechos. Nacer no es derecho de los embriones o fetos, que gozan del mismo status biológico funcional –denominado muerte cerebral–, que autoriza los trasplantes de órganos post mortem. Es necesario atravesar el trabajo de parto de la mujer, y vivir luego del corte del cordón umbilical. En esos acontecimientos se consuma el don de la vida a un individuo nuevo que la goza como persona. (O)  

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