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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Nos olvidamos del Sol

31 de mayo de 2024

Los seres humanos somos seres de energía y agua, capaces de narrar lo que experimentamos e imaginamos. La energía y el agua provienen de la naturaleza total: metabolizamos los alimentos que ingerimos, trasmitimos fuerza y reproducimos vida. Cuando somos niños aprendemos que la Tierra es parte del sistema solar que se mueve en un espacio infinito. Poco a poco, olvidamos ese conocimiento y nos estacionamos en el antropocentrismo y conjunto de referencias que posicionan la superioridad de los humanos sobre los demás componentes y sistemas naturales. Estudiamos todo a partir del enfoque del hombre: el hombre económico, el hombre artista, el hombre creador y el hombre teóricamente político, pero escondemos la condición animal.

La mirada antropocéntrica coloca al ser humano como el marco para comprender todo lo demás. En los últimos tiempos ese marco se está volviendo ecológico: estamos comprendiendo que somos una expresión de vida entre tantas. Sin embargo, la seudociencia, a veces alimentando la data y en otras ocasiones los mitos, por medio de la educación formal y las redes sociales, aunque promueven la defensa de la naturaleza, al mismo tiempo desarrolla el terror. La idea de la naturaleza como “destructora” de los bienes artificiales de la civilización y como fuerza peligrosa, deviene de la Modernidad, que creyó en la posibilidad de controlar las leyes del mundo.  

Hace poco se posicionó la amenaza del Fenómeno de El Niño. Ciertos medios de comunicación permitieron la vocería de burócratas mediocres, al mismo tiempo que ponderaban las potenciales amenazas de inundación en presupuestos millonarios. Hoy, lejos de validar o negar la presencia del Fenómeno de El Niño en este 2024, gente sabia y verdaderos estudiosos, señalan que las olas de calores están relacionadas con explosiones solares. Este enfoque revela no solo un dato o un conocimiento a priori, sino algo más complejo: las sociedades originarias siempre comprendieron la realidad a partir de la escala cosmogónica, la gran escala del universo infinito y trataron de entender sus dinámicas; los hombres civilizados y modernos, reducen la escala al individuo y a veces, cuando asoma las narices, romantizan y personifican La Tierra, pequeño lunar en el vacío, energizada por el sol y tapado por la luna. Fue bello el último eclipse, nos devolvió la conciencia cosmogónica.

 

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