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El Telégrafo

No mienta, ex presidente Hurtado

04 de abril de 2011

Osvaldo Hurtado es autor de un libro cuestionado por algunos antropólogos y sociólogos. Esa obra, Las costumbres de los ecuatorianos, nos observa como unos seres humanos atrasados y poco responsables con las ‘sanas’ costumbres europeas. En la presentación del libro, el dirigente demócrata cristiano dijo: “Este trabajo de manera vehemente, explícita o implícitamente busca tocar el alma de los ecuatorianos, para que reflexionen sobre la responsabilidad que cada uno tenemos en el desarrollo del país y en el progreso individual y colectivo”.

Retomando sus palabras no dejo de encolerizarme cuando la semana pasada, en las pantallas de Ecuavisa, dijo que Rafael Correa es un suertudo porque teniendo los mejores precios del petróleo no ha podido bajar considerablemente la pobreza del Ecuador “como sí lo hicieron Gustavo Noboa y Lucio Gutiérrez”. Y además, comentó, que si Jamil Mahuad hubiese tenido el barril de petróleo por encima de 100 dólares no hubiese ocurrido el feriado bancario ni su destitución.

Si él cree que debemos “reflexionar sobre la responsabilidad de cada uno”, precisamente Osvaldo Hurtado no es el más indicado para señalar al azar como la garantía de un buen ejercicio gubernamental. La historia es un proceso y no un arbitrio de la buena suerte.

Él, que escribe un libro con afanes historiográficos y antropológicos, no debe ser el autor de semejantes vituperios teóricos. Como cientista social, que merece respeto, no puede olvidar cuál era el nivel de miseria antes de 1998 y sobre la base de qué parámetros se medía la pobreza del Ecuador. No puede obviar la oleada migratoria que ocurrió hasta la mitad de la década pasada. Y es insolvente decir que Mahuad se habría salvado por un precio del barril elevado. Eso ofende al país entero. Debería reconocer que Mahuad fue víctima y victimario. Primero porque sufrió el efecto de un modelo instaurado desde la época de Sixto Durán Ballén y porque se sometió a la voluntad, chantaje y política económica de los grupos de poder, sobre todo de los banqueros.

Si no fuese por la tolerancia absoluta de los entrevistadores, Hurtado deja entrever un sesgo de envidia por la gestión y popularidad del actual mandatario y, aunque no lo dice, ¿culpa a “las costumbres de los ecuatorianos” por haber escogido a un “longo”, “guambra”, “mono” e “insolente” llamado Rafael Correa? ¿Ese es el trasfondo de su repulsa, de ese malestar y hasta de su arrogancia para asumir la realidad histórica de este cambio de época en Ecuador?

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