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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

No más bicentenarios ñángaras

20 de julio de 2016

Esto es lo que hay para este miércoles de cimarrones. Es una costumbre discursiva tan vieja como el racismo académico, político y ‘cultural’, ocurre, supone este jazzman, desde que empezó a celebrarse la independencia de los territorios de la comarca de Esmeraldas, el 5 de agosto de 1820. Conferencias magistrales, discursos oficiales y hasta charlas de ocasión condenan toda la lucha de liberación a cuatro apellidos: Estupiñán, Lavayen, Muriel y Tello. No es dato humorístico de esta jam-session. Esas sucesivas cátedras de perendengue marcan aniversarios y bicentenarios ñángaras en la provincia y en el país. Y así nos va por estos territorios de corajuda vida palenquera consumiendo las boberías de la colonialidad del saber y asumiendo, como dogma de fe, la única historia al uso y abuso.

La lucha contra el colonialismo español, en el norte esmeraldeño, empezó en los reales de mina, a finales del siglo XVIII, con la gente africana esclavizada. Por los escapes frecuentes de los lavaderos de oro y las consiguientes persecuciones debieron cambiar las tácticas de palenques estacionarios a la movilidad combativa, consagrar la ingeniería de la sobrevivencia con artefactos de captura de especies fluviales, como la katanga; orientarse en el tablero del firmamento celestial, inventar comidas rápidas, como el tapao, mapear en la mente los territorios de resistencia y libertad, descubrir propiedades de las maderas para convertirlas en elementos de combate y darse modos de diplomacia para diferenciar aliados de enemigos.

“Nicolás de la Peña Maldonado combate en Quito valerosamente y luego de la derrota de San Antonio busca refugio en las selvas de Esmeraldas y Barbacoas…”. Este y los siguientes entrecomillados pertenecen a Los Maldonado  en la Real Audiencia de Quito, de Piedad y Alfredo Costales, Banco Central de Ecuador, 1987. Acompañado de su esposa, Rosa Zárate, y personas esclavizadas. Este y otros próceres quiteños lograron contactarse con la resistencia cimarrona antiesclavista y juntos enfrentaron a las tropas colonialistas. Los esposos Costales cuentan que “allí, entre mandingas azabaches, en Güembí (actual Wimbí, JME) y Playa de Oro, Nicolás de la Peña luchó en busca de la independencia de su suelo…”. Era 1812.

En enero de 1813, Toribio Montes escribe sobre la persecución por “las montañas y minas de Cachaví y Playa de Oro […] auxiliados por unos cuantos esclavos negros, a quienes han prometido su libertad”. El día de la captura se hizo inventario del armamento: “[…] dos cañones de madera (cursivas de JME) con sinchones (grafía original) de hierro, diez y siete fusiles, ocho pistolas, quince entre sables, puñales y machetes, ochocientos cartuchos de bala…”. La derrota de la alianza libertaria causó la ejecución sumaria de los quiteños, los cimarrones debieron pagar dos altísimos tributos anuales en oro, uno en San Juan y el otro en Navidad. Aquello no afectó a la porfía liberacionista esmeraldeña. (O)

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