Las estrellas se mueven. La luna cubre al sol. La lluvia cae; inundando y destrozándolo todo: el tiempo corre entre la tempestad y el sol; cantará el reloj señalándonos que la mentira ha llegado. El mal ya está aquí.
Con la farsa han llegado las tres parcas: Cloto, Láquesis y Átropos y han traído lana negra y putrefacta, para hilar, tejer y cortar el destino y hacer su trabajo en los caminos que suben y bajan de esta desgastada patria. Ha llegado la mentira… y nos ha elegido a todos. Belcebú nos toca la puerta: toca y toca… Es la mentira. El disfraz está aquí.
La farsa ha llegado vestida de cura renegado, escandaloso y ridículo. Apareció repitiendo las mismas mentiras escondidas en el burdo estribillo a Bolívar: “Alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina”.
Cumpliré cien años escuchando esa letrilla perversa que ayudó a tapar a los ladrones que nos gobernaron. (¿Dónde estás, Bolívar, que no despiertas para masacrar a aquellos que roban en tu nombre?) ¿De dónde salió está figura mediática bañada en azufre y estiércol de vaca? ¿Es correísta? ¿O acaso surgió de las ansias de poder de Alvarito? Es un esperpento que viene a traer más folclor a nuestra política y payasadas a la comedia que ya estamos viviendo.
Dice un proverbio musulmán: “No despiertes nunca a aquel que profundamente duerme, pero haz cuanto puedas por despertar a quien se remueve en el lecho”. Lo que siento es ante la aparición de este personaje que preside un organismo polémico y todavía poderoso, que hay que salir a las calles para advertir que este personaje que viene con piel de oveja es un peligro para la paz social, la estabilidad de la sociedad, para la profundidad de una democracia real que asegure un buen vivir y una buena vida.
¡Qué gusto la del país de darnos una y otra vez con la misma piedra! No salimos de recuperar nuestras instituciones y ahora este Señor Don cura politiquero queriéndonos regresar de nuevo a la nada, al abuso de poder, a la persecución a los opositores, al insulto a la prensa libre. Confieso que yo le tengo miedo a este individuo. Por eso hoy escribo: “Cuidado, el diablo anda vestido de bueno; cuidado, compatriotas, no le hagamos el juego”. (O)