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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

¡No irrespeten!

19 de octubre de 2020

En estos últimos días, en redes sociales ha circulado una modificación de la fotografía del Papa Francisco: mientras que la fotografía original se puede apreciar al Obispo de Roma sosteniendo en sus manos el cuerpo de Cristo (un pedazo de pan hecho de agua natural y harina de trigo sin levadura; hostia consagrada por Dios mediante la acción del Espíritu Santo usando para ello como instrumento unas manos sacerdotales), la fotografía modificada se observa un objeto en lugar del propio Jesús, mismo que, de lo que he visto hasta ahora, ese objeto ha sido desde comida, bebidas e incluso un signo distintivo de un equipo de fútbol.

Lo he aseverado en más de una ocasión: soy creyente. También lo he mencionado: no pretendo ser juez de la moral ni tampoco juzgador. Sin embargo, luego de ver esas imágenes trataba de contestarme la interrogante que me formulaba: ¿Por qué aquellos hermanos nuestros han modificado esa imagen de esa forma? Una de las respuestas que me vino a la mente es: “ellos no son creyentes”. Y agregué: “Respeto la decisión de cada persona sobre sus creencias, es su elección”. Pero, hay algo que no comprendo, y que sigue martillando en mi cabeza: ¿Cuál es la razón para que ellos nos ofendan de esa forma a quienes sí somos creyentes?”. Sí, es ofensa, y grosera.

Señores, para quienes somos creyentes, no hay nada ni nadie que pueda ser comparable con Cristo. El alimento vital del creyente es la Eucaristía, donde Cristo, que es Dios, se hace presente de manera real y auténtica bajo las especies del pan y del vino, luego de la consagración que está en capacidad de realizar cualquier sacerdote sacramentalmente instituido (incluyendo al Papa); consagración que es un misterio divino, sí, el misterio de la transubstanciación (cambio de sustancia, de lo imperfecto y humano, en lo perfecto y divino).

Creo –y quiero pensar– que no hay mala intención en quienes han usado incorrectamente una imagen que merece respeto aun cuando no se profese la fe, sino más bien un desconocimiento. Mi exhorto firme y categórico: respeten. El no hacerlo, estimo, configuraría profanación.

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