La disposición de una sociedad a sacrificarse, a dar un poco más desde el punto vista individual para el beneficio de la colectividad, es una virtud plausible. Ecuador ya demostró esa loable actitud cuando, a raíz del terremoto de Pedernales en 2016, aceptó con beneplácito el que el gobierno de Rafael Correa suba el impuesto al valor agregado en 2%.
Sin embargo, cuando se descubre que una parte del dinero recaudado fue robada y otra gran parte fue mal utilizada, automáticamente se genera repudio porque se ha ultrajado la generosidad de espíritu de los ecuatorianos. Los impuestos son necesarios y universales. Ecuador es un país con altos gravámenes, pero ni remotamente alcanza los niveles de otros, como los escandinavos. En este punto se impone el comentario de que aquellos países, los escandinavos, han demostrado un manejo impecable de los recursos del Estado y la obra pública y los servicios sociales en salud, educación y bienestar son ejemplares. Es decir, la sociedad paga altos impuestos, pero recibe grandes servicios.
En Ecuador, históricamente, se ha recaudado poco y se ha robado mucho. Desde hace más de dos décadas, con la implementación del SRI, la recaudación tributaria ha mejorado mucho, pero el robo, el atraco a los fondos públicos se ha multiplicado, especialmente durante el lamentable gobierno de la Revolución Ciudadana. La inocultable verdad es que el abundante dinero del que se dispuso durante 10 años ahora no existe. La mesa no quedó servida, el festín fue descomunal pero, frente al latrocinio, debemos salir adelante. Los responsables del atraco deben ir a la cárcel porque, si ello no ocurre, se continuará con la idea de que la política, el acceso al poder es la fórmula para el enriquecimiento. Noción perversa tan enraizada en Latinoamérica.
No hay alternativa, no hay fórmulas mágicas. Hay que aumentar el IVA, se debe establecer nuevos impuestos a quienes tienen más, hay que eliminar los subsidios a los combustibles, incluido el gas. Necesitamos créditos a bajo interés y largo plazo, o sea, Fondo Monetario Internacional. Ni eufemismos ni dorar la píldora. Si no lo hacemos, vamos al despeñadero. (O)