Es usual en debates callejeros o en relatos de los medios de comunicación, incluyendo redes sociales, afirmar de manera reduccionista, que vivimos una crisis política provocada por los partidos y sus políticos llenos de vicios, faltos de ética y moral.
Por lo general se cree que la política es un campo donde actúan representantes elegidos para tomar decisiones en las instituciones que operan las funciones del Estado. Pocos reconocen que el principal elemento del campo político, es el ciudadano, quien éticamente debe cumplir ante la comunidad y participar en política para visualizar y concretar el “bien común”. Sin ciudadanos, no hay política. Y sin conciencia social, no hay ciudadanos.
Sobre el concepto de política hay un acuerdo a priori: es una forma de relación basada en la palabra opuesta a la coerción, que tiene como propósito convencer a otros sobre un proyecto ideológico, o el camino más corto para instaurar el bien de la colectividad. Este es el cuadrante donde debe desplegarse la política, pero todos sabemos que: 1. La política está relacionada con fines de poder. 2. Que en el mundo moderno capitalista el poder se perfila en el embudo de la dominación, por medio de instituciones, entre ellas las del Estado. 3. Que, cada vez más los grupos piden nuevos “derechos”, convencidos que consagran la democracia liberal y el bienestar general. Es decir, lo político se reduce a la correlación de fuerzas entre fracturas de la sociedad civil y Estado. No se interioriza que la política es una dimensión de la realización colectiva e individual, que se materializa en el ser social cotidiano, en el cumplimiento del “deber” como reciprocidad, y el debate desarrollado en el espacio público.
Una conclusión discutible diría, pues, que no existe crisis política, puesto que no hay una esfera dotada de ciudadanos políticos, organizados o no en partidos políticos. Es decir, no hay democracia. ¿Qué es lo que funciona entonces? Un “Estado” operado por grupos legitimados por el ritual del voto, en el que participan opciones electorales canonizadas por poderes fácticos. La conciencia social es casi nula, se vota por motivaciones prácticas, clientelares o emocionales, aunque a veces los votantes deciden guiados por una inteligencia intuitiva. Entonces, si en el Ecuador no hay política, porque no hay ciudadanía ético - política, toca crearla. ¿Tarea imposible?