¿No estaba muerto? ¡Andaba de parranda! Es una expresión coloquial que se usa humorísticamente para hacer referencia a alguien que se ausenta por un tiempo y luego regresa inesperadamente. Y es que esa letra, también de una vieja canción, nos cae como anillo al dedo y nos ilustra lo que estamos viviendo desde hace unos cuantos días en materia de violencia, de la que pensábamos se había difuminado con los Decretos 110 y 111 del presidente Noboa, que nos dio un gran respiro, aunque sea por poco tiempo.
El crimen organizado no estaba muerto sino que andaba de parranda y regresa con más fuerza, de tal suerte que incluso al parecer la corrupción penitenciaria ha vuelto a sus cauces, la que permitió en otro momento convertir a las cárceles del país en el cuartel general de la delincuencia organizada. Además, estamos ya un tanto absortos porque da la impresión de que las Fuerzas Armadas se han contaminado con esa metástasis que es la corrupción, socavando los cimientos de la democracia. ¿Cómo entender balas y TikTok en la cárcel custodiada por militares?
El crimen organizado, o "sexto poder", como anotamos en otro momento, nació hace una década aproximadamente cuando el poder político de turno debilitó a las Fuerzas Armadas, quebrantando la disciplina y la jerarquía, valores fundamentales de su organización. Por lo tanto, la democracia quedó debilitada, y desde entonces, Ecuador ha enfrentado desafíos relacionados con el crimen organizado, que incluyen el tráfico de drogas, la trata de personas, el lavado de dinero y otras actividades ilícitas.
Curiosamente, el crimen organizado reaparece cuando han tomado cuerpo las investigaciones de la fiscal general, que han puesto al descubierto que los tentáculos del crimen están en las altas esferas institucionales y políticas del país. Y es que hace su reaparición además cuando nos aprestamos a ir a las urnas en virtud de la consulta popular. De ahí que el pregón de la misma fue la semana pasada con el discurso del presidente y la entrevista a la ministra de gobierno, convocando al SÍ y la balacera en la cárcel de Guayaquil como convocante al NO, enviando un mensaje claro de que el crimen organizado es un poder subterráneo y que su funeral no está por venir, sino que regresa para deslegitimar las acciones gubernamentales empeñadas en construir un Estado en donde la seguridad ciudadana sea el signo de la democracia. Ergo, el crimen organizado no estaba muerto sino que andaba de parranda.