El pasado 24 de mayo, como por arte de magia, el alma volvió al cuerpo de la mayoría de los ecuatorianos. Hasta la desconfianza internacional mejoró sus indicadores. Se sintió como el Ecuador hubiera cruzado con éxito un mar rojo… Al siguiente día, el nivel oficial de violencia verbal había desaparecido al igual que las bravatinas. Hasta se siente que estas fueron reemplazadas por sermones de la montaña. Fue en la recta final que un 30% de la población asistió a las urnas para votar contra Correa y darle un voto de confianza al actual presidente. Fue ese segmento del electorado el que le llevó al triunfo al candidato Lasso.
En un país que tan sólo el 14% de los ecuatorianos confía en las otras personas, es un gran triunfo el haber logrado que un gran porcentaje de ciudadanos se haya sacudido de la apatía y del escepticismo políticos. El presidente electo inició su mandato con el más alto grado de confianza que un mandatario haya tenido en la historia.
Se entiende la confianza como la “esperanza firme que una persona tiene en que algo suceda, sea o funcione de una forma determinada, o en que otra persona actúe como ella desea”. La confianza fue el factor clave para llegar al poder. El electorado le dijo que tiene plena confianza básicamente en dos elementos. El primero, enterrar legalmente al correísmo y el segundo, generar empleo.
Enterrar el correísmo significará auditar los 14 años que estuvo vigente. Luego de auditorías serias en cada ministerio será necesario judicializar cada una de las causas. Y, por supuesto, iniciar la recuperación de los 70.000 millones de dólares.
Para la generación de empleo se requieren de medidas económicas que pueden llegar a ser antipopulares. Pero el gobernante deberá demostrar que el mayor peso no puede recaer sobre los más débiles. También deberá negociar y convencer a ese empresariado sitibundo de ganar de a noche a la mañana el mil por ciento y a cualquier precio. Para ello deberá acompañarse de ese empresariado responsable que paga sus impuestos, cumple con las leyes laborales y que reparten las utilidades con sus trabajadores de manera honesta y honrada.
De igual manera deberá negociar con los trabajadores y los indígenas contagiándoles de una visión de país con futuro.
No debe olvidar que la lucha contra la corrupción continúa desde hace 14 años. La ciudadanía, de manera justificada o injustificada, no ha visto con buenos ojos el nombramiento de varios funcionarios que tuvieron roles protagónicos en la construcción del modelo socialista del siglo XXI.
Siempre deberá tener presente que la corrupción y la desigualdad socioeconómica de un país minan la confianza de un gobernante.
Con confianza cualquier problema puede ser superado. El mayor capital de este gobierno es la confianza. Y este factor clave es muy delicado en un país en que sus ciudadanos a veces “no confían ni en su propia sombra”.