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El Telégrafo
Fander Falconí

No botarás el pan de tu prójimo

09 de diciembre de 2015

El mandamiento de las abuelas todavía resuena en nuestros oídos: “No botarás a la basura la comida que viene del cielo”. Los países del Sur, por ser exportadores de alimentos, ya conocíamos los estrictos estándares internacionales. Por ejemplo, en el caso de Ecuador, cierta cantidad de banano que iba a ser exportado se desechaba.

Solo la fruta de determinado tamaño, forma, color y estado de madurez entraba a bordo de los buques que llevarían nuestra fruta a todo el mundo. Pero eso no significaba que el banano desechado iría al fondo del mar. Gran parte se vendería en el mercado local y lo que no pudiera venderse como alimento humano iría a parar a las bocas de los animales de crianza.

Esa costumbre de no desperdiciar nada nos hacía escandalizar ante relatos de destrucción deliberada. Los barones del café brasileño preferían quemar su producción antes que rebajar su precio, hace unos 80 años, y los latifundistas chilenos preferían arrojar al mar sus cosechas antes que aceptar los precios oficiales, hace más de 40 años. Noticias que parecían inverosímiles, pero nada comparadas con las que llegan hoy de los países ricos.

Los siguientes alarmantes datos provienen de un medio local de Estados Unidos (Brad Plumer ‘How the U.S. manages to waste $ 165 billion in food each year’, The Washington Post). En ese país, cada año se desperdician $ 165 mil millones en alimentos, cantidad equivalente al PIB de muchos países.

Además, no se juzga al alimento por su valor nutricional, sino por su valor estético. El alimento es feo porque está golpeado, tiene una deformación, no es del color usual o su tamaño es anormal. Hay que recordar que esto no sucede solo en EE.UU., sino en los demás países ricos (y hasta entre las clases altas de los países pobres). Por eso, en Europa ha surgido un movimiento a favor de los alimentos feos que parece extenderse hasta EE.UU. Los mercados europeos están promoviendo esos alimentos feos (Ugly Foods, en inglés).

Un caso puede ilustrar la popularidad de la tendencia. La tercera cadena francesa de supermercados, Intermarché, lanzó su campaña contra el desperdicio de alimentos para que el consumidor acepte y consuma productos vegetales hinchados, feos o deformes, que suelen desecharse, pese a que su valor nutritivo no ha disminuido en nada por su aspecto. Intermarché ya los ofrecía con el 30% de descuento en diciembre de 2015.

Sin embargo, el origen del movimiento está en la difusión de estudios sobre desperdicio de alimentos que hiciera la Organización de las Naciones Unidas (FAO, ‘New knowledge-sharing initiative to measure and reduce food loss and waste’, 2015). 800 millones de personas padecen hambre en el mundo y 2.000 millones sufren de nutrientes esenciales como hierro, zinc y vitamina A. En contraste, otros países del mundo con mayores ingresos enfrentan el aumento de sobrepeso y obesidad en sus poblaciones. Para colmo, muchos alimentos se desperdician porque son desechados por los consumidores en los países ricos.

La FAO calcula que se pierde o se desperdicia: 40% de frutas y verduras, 30% de los cereales, 20% de aceite vegetal, carnes y lácteos, y 35% de la pesca. Al año se desperdicia $ un trillón (un millón de millones). A la final, las frutas no son las feas. Lo espantoso es el desperdicio. (O)

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