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El Telégrafo

No a la Iglesia de los pobres

20 de mayo de 2011

Seguramente motivados por el No en la consulta popular, los Heraldos del Evangelio decidieron, el martes 17 de mayo, tomarse las instalaciones de Radio Sucumbíos. Despidieron a todos los empleados y asumieron el control atentando contra los principios y derechos consagrados en la Constitución: “una comunicación libre, intercultural, incluyente, diversa y participativa, en todos los ámbitos de la interacción social, por cualquier medio y forma, en su propia lengua y con sus propios símbolos”.  

En San Miguel de Sucumbíos, una de las localidades con mayor pobreza del país, la comunidad de los Carmelitas habían realizado, por más de 40 años, un profundo trabajo social dedicado a los más pobres.  Sin embargo, el Vaticano, gobernado por un Papa conservador, preocupado por ese trabajo social, solicitó un informe de la labor de los Carmelitas. El informe señalaba que monseñor Gonzalo López Marañón “había privilegiado el trabajo social con los laicos por sobre la vocación de la vida consagrada”.  Además, lo acusaban de desobediencia al Papa y de promover la Teología de la Liberación. Y fue suficiente.  Monseñor Gonzalo López había cumplido 75 años y debía dejar el Obispado.  Era la oportunidad; en octubre de 2010, arribaron a Sucumbíos los Heraldos del Evangelio, una de las “congregaciones” más conservadoras de la Iglesia, vinculados a la tristemente célebre Tradición, Familia y Propiedad. Los Heraldos son una organización ultra; machista y fundamentalista. 

Como era de esperarse, poco a poco han ido desmantelando todos los espacios de ayuda social,   generando conflictos y enfrentamientos.  Se trata de decir No a la opción preferencial por los más pobres y volver a instaurar un Vicariato vertical, jerárquico, autoritario y conservador.   Se trata de enviar señales claras contra el proceso de la Revolución Ciudadana, tal como se evidenció ya en la campaña electoral, con la cúpula de la Conferencia Episcopal, en complicidad con ciertos medios  de comunicación, que hasta intentaron acusar al Presidente de fascista.

Son estos Heraldos del Evangelio, y los otros, los que quieren decir No a la Iglesia liberadora, participativa, cuya misión fundamental es dedicar su vida a los más pobres.   A pesar de las primeras declaraciones de la cancillería y del propio presidente Correa, poco se ha hecho para evitar que este grupo ultraconservador prosiga con su arremetida para desarticular toda forma de organización social. Ya están en Sucumbíos, seguramente el próximo paso será tomarse Chimborazo, cuna del trabajo pastoral de monseñor Proaño.

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