Cuando Marcos nació, los médicos que lo atendieron llenaron su formulario de Nacido Vivo en el campo de “sexo” como “hombre”. A los 11 años de edad, a Marcos empezaron a crecerle los pechos; muy extrañada, su madre lo hizo examinar médicamente y se descubrió que Marcos tenía útero, ovarios y al mismo tiempo testículos. Los médicos concluyeron que Marcos presentaba una condición intersexual.
Sus padres decidieron seguirlo criando como hombre y para que no se notaran los pechos, Marcos usaba una faja. Su madre le dijo que era por exceso de peso que le habían crecido los pechos.
En la escuela, sus compañeros se burlaban de su voz, de que no le gustaba jugar fútbol y que no hacía relajo como el resto de niños. Marcos llegó a la adolescencia y siempre recibió el apoyo y comprensión de sus padres que, con asesoramiento psicológico, sobrellevaron la situación hasta que decidieron que estaban preparados para comunicarle a Marcos que era intersexual.
A Marcos le llevó mucho tiempo aceptar que el problema no estaba en él ni en su cuerpo. El problema era la sociedad que lo consideraba un monstruo porque él no encajaba en el imaginario social binario de hombre-mujer y masculino-femenino.
Marcos ya tiene 21 años, y luego de un largo proceso de autoconocimiento y aceptación, eligió someterse a varias cirugías para que le extirpen los órganos femeninos que tiene en su cuerpo.
Se estima que el 1% de la población mundial es intersexual. Es en los últimos años que el Estado se ha involucrado con este tema y actualmente existen protocolos de salud y un marco jurídico que protege los derechos de las personas que nacen con esta condición o que la descubren a lo largo de su vida.
Por otro lado, urge que la sociedad abandone los prejuicios que encasillan a la intersexualidad como un error de la naturaleza, una enfermedad o una aberración. Mientras más incluyente una sociedad, más posibilidades tiene de andar por las vías del crecimiento y el desarrollo. (O)