La bochornosa declaración del Foro de Sao Paulo acerca de la situación crítica de Nicaragua solo da cuenta de una ceguera monumental frente a las reales causas por las cuales se moviliza un pueblo y quiénes son los autores de la masacre que está ocurriendo.
El lenguaje, el tono y las categorías usadas en esa declaración, como lo dice el escritor nicaragüense y premio Cervantes, Sergio Ramírez, corresponden a una época del “Parque Jurásico” que replica una ideología fosilizada donde no hay lugar al pensamiento crítico.
Da vergüenza decirse de izquierda y constatar la decadencia de las posturas y del lenguaje de este Foro, que alguna vez constituyó una avanzada en la región. Ahí estaban también los correístas, pudimos escuchar a Gabriela Rivadeneira quien, a pesar de su juventud, dio un discurso aceptable para unas tres décadas atrás, justo antes de que cayera el muro, lo cual parece no se dio por enterada.
El tema de fondo no es solo el anacronismo del discurso, el simplismo del análisis y la retórica burda, no; el tema de fondo es lo que se defiende realmente: que un sujeto como Ortega y su familia, una pareja en el poder a través de una oscura alianza, continúe en nombre de una revolución que se perdió en el camino.
El costo de mantenerse es sencillamente inaceptable y espantoso: cerca de cuatrocientos muertos al momento. El proceso “sandinista” -nombre que hoy les queda grande- ¿será tan valioso como para sacrificar las vidas de jóvenes nicaragüenses?
No lo vale ni de lejos. Ortega y su grupo están 11 años en el poder, su mandato termina en 2021, y hasta el momento no tienen intenciones de retirarse, como lo exigen los jóvenes universitarios. Los paramilitares que lo defienden afirman que “solo disparan cuando es necesario”, necesario para evitar la caída de este grupo que ha tenido políticas conservadoras en cuanto a derechos y excluyentes en cuanto a redistribución.
La Iglesia católica, que ha tenido una posición progresista e involucrada políticamente, ha intercedido en diálogos fallidos y ha abierto sus iglesias como refugios a los jóvenes, pero los matones no se han detenido. Bien ha hecho el Ecuador, recientemente, en rechazar la violencia y señalar la necesidad de retomar el proceso de diálogo. (O)