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El Telégrafo
José Vales

El Neoliberalismo: víctima y victimario

03 de abril de 2020

Tuvo que ser un virus letal el que terminara dirimiendo el pleito. Casi medio siglo de debate sobre el rol del Estado. Argumentando en que el neoliberalismo tal como se lo había plasmado en el Mundo y principalmente en América Latina, era absolutamente inviable, y que el Dios Mercado tenía de todo menos la pinta del creador. Y acá están las consecuencias. Estados abrumados, con sus estructuras sanitarias derruidas y colapsadas y con empresas de todo tamaño pidiéndole a ese Estado que denigraron (en complicidad con distintos gobiernos a lo largo de los años), que salga a socorrerlos, ahora que hasta la biblioteca de la Escuela de Chicago está infectada con el covid-19.

De la Globalización va quedando solo el recuerdo. Europa se deconstruye a la velocidad de los contagios y las líneas fronterizas se van trazando con el vértigo de los discursos oficiales. Durante décadas, ni gobernantes, ni los organismos internacionales escuchaban aquellos que gritaban la necesidad de mantener y fortalecer la salud y la educación pública, junto al rol regulador del Estado. Sobran los ejemplos y, aquí y ahora, están a la vista los calamitosos resultados.

La pandemia dejó todo al desnudo. La falta de inversión en áreas vitales, la pauperización de las estructuras sanitarias y las arcas públicas listas para recibir el golpe de la crisis económica global que de tan globalizada, ya no conoce fronteras.

Solo aquellos países que no se ataron a dogmas prestablecidos y que supieron recelar de Milton Friedman en busca de un mayor equilibrio social, son los que sobrellevan mejor la crisis.

Tal vez por eso, ahora, después de décadas de un silencio atronador hasta en sectores caracterizados de progresistas, se comienzan verbalizar los reclamos de los denominados “globalifóbicos” de antaño. El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) acaba de proponer la creación de un nuevo impuesto para las grandes fortunas en el país que es el motor económico europeo y donde tan solo 45 familias ostentan el mismo patrimonio que el 50% de los alemanes. Una herramienta siempre a mano, y jamás utilizada en la mayor parte del Mundo, para acabar con la desigualdad y enfrentar esta y otras pandemias, como la del hambre. (O)

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