¡Gracias Neisi, gracias! La inmortalidad te pertenece. ¿Quién decidió qué en ese último momento crucial de la alzada de las pesas, ese segundo sin tiempo ni espacio, al levantar las pesas se haya decidido tu oro olímpico?
Alguien, algo lo decide. Esa fuerza está adentro, es invisible, se mueve hacia arriba, es intocable pero te toca; esa fuerza te alimenta y es alimento grandioso, no se puede comprar en ningún negocio, es una armonía entre lo superior y lo inferior, no es gratuita ni casual, es firmeza y es de oro o es el oro mismo. Esa fuerza, esa energía es la que todos buscamos en la existencia. La que decide que todo va a estar bien, que todo está bien, esa fuerza nos premia el esfuerzo, el sacrificio.
¿Qué es? ¿Cómo llamarla? ¿Dónde está? Cómo saberlo si en ese misterio está envuelto el misterio mismo de la vida. Está fuerza es la confianza en uno mismo, con una confianza de poder lograrlo, de hacerlo bien, de estar presente. Diría que es una "presencia" que acompaña. Esta "presencia" tiene y debe ser convocada, llamada. Es una respuesta ante el deseo y su posible realización.
Es una "tercera fuerza" sin cuya aparición no se puede obtener lo buscado, lo anhelado. Cuando veo la última alzada de Neisi, la definitiva que le dio la presea dorada, veo algo misterioso en ella, esa determinación de ya tener la medalla de oro sobre sus hombros. Todos en la humanidad buscamos esa fuerza superior que nos acompañe en medio de momentos decisivos. Yo vi esa fuerza en el rostro de Neisi. El oro se dibujó en toda ellaa.
Deseo que a cada uno de nosotros le llegue esa fuerza; esa fuerza es el amor. El oro es amor; la tercera fuerza o aparición es el amor mismo, el amor que no es de este mundo. Si tengo claro que lo grande en cada uno de nosotros es el amor: entonces la medalla dorada está a nuestros pies.