Todo cambia a través del tiempo, pero hay algo que sigue igual desde hace 5000 años, de forma tal, que continúa sobre determinando la existencia de las sociedades humanas: se trata de los granos, los cuales constituyen la base alimentaria que aporta carbohidratos, calma el hambre y generar sensación de llenura:
El tema de los granos es tan importante que dio origen hace miles de años a los Estados, cuyas instituciones organizaron la producción para lograr excedentes y evitar las hambrunas, causas de grandes revueltas. La misma Revolución Francesa tuvo entre sus causas la demanda de pan. Incluso la circulación de los granos, fue el eje de las discusiones iniciales sobre libre comercio.
A pesar que el desarrollo tecnológico-científico ha mejorado la productividad, el éxito o el fracaso de las cosechas del arroz, la soja, el trigo y el maíz, dependen de las tierras y del clima. En ese contexto, las potencias del mundo buscan asegurar sus ventas y ganancias, y al mismo tiempo mantener un nivel de reservas que no ponga en riesgo la seguridad alimentaria interna, so pena de hambrunas y levantamientos populares. Además, la producción y comercio de granos es el negocio de varias transnacionales aliadas a las potencias, que participan en la guerra comercial entre China y EE.UU.
Enfocados en el petróleo y los minerales, pocos reparan en que más allá de los datos macroeconómicos, la capacidad de cosechar y guardar granos es de gran importancia, y que en ese contexto, América Latina juega un rol trascedente por su capacidad de producir este tipo de alimento básico e incidir en el juego de precios internacionales.
Ecuador es un país que tiene la ventaja de tener condiciones para la producción de varios granos, entre ellos la quinua, alimento emblemático de la cultura andina, que los sectores populares consumen poco. Sin embargo, no genera excedentes ni tiene políticas de reservas. Por otra parte, importa alrededor del 98% del trigo necesario para el pan, consumido por tradición, desde la Época de la Colonia. Una política sensata debe dirigirse a incentivar la producción, mantener reservas y proteger los precios internos de la quinua, maíz, trigo y arroz, para asegurar nuestra soberanía alimentaria, puesto que la crisis podría pasar de ser un tema de dinero, para convertirse en un tema de alimentación y hambre. (O)