En horas el mundo cristiano celebra la Navidad. Navidad 2020: el año de la peste. El año del virus que apareció de pronto y nos trajo enfermedad, muerte, dolor, ruina económica. El confinamiento al que fuimos sometidos fue una experiencia grande del tamaño del virus. Para mí fue una experiencia atroz. La pelea entre mi pensamiento que rechazaba el encierro y la realidad de un virus mortal desatado en las calles y esquinas. El virus estaba por todos lados y había que mantenerse en casa para proteger la vida.
El virus mató a miles de guayaquileños. Guayaquil se convirtió en una ciudad de dolor y sufrimiento. Mi experiencia vivida esos días fue terrible. La ciudad estaba cubierta por la mortandad y la pena. No teníamos donde ir, solo había que quedarse en casa. "Quédate en casa", nos repetían. En casa estábamos protegidos y protegíamos a nuestras familias. Leía, conversaba por teléfono, descuadraba misterios, me enteraba de las últimas noticias sobre el virus y lo peor también: enterarnos de amigos, familiares, conocidos, que caían por el ataque de la enfermedad. Fallecieron amigos cercanos, muy cercanos. No solo conocer de su deceso sino la imposibilidad de acompañarlos en la despedida final. En medio de toda esa tragedia, el mayor dolor: el negociado con las medicinas, con los fármacos imprescindibles para combatir el mal.
Tuvimos un desorden propio de un virus "de otro mundo". No sabíamos qué hacer ni para dónde correr. Pero paso a paso se organizaron mejor las cosas y nos pusimos al frente de la tragedia. La alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, demostró toda su templanza y liderazgo ante la emergencia y desde luego hubo médicos, enfermeras, en general, personal de salud serio y responsable que auxilió como es debido.
Viví que en un momento dado el miedo nos pertenece a todos. Eso experimenté: miedo colectivo. Junto a cada uno de nosotros estaba el miedo y el terror.
Todo colapsó. Los hospitales, los cementerios, los mercados de comida, entre otros. Las calles tenían huecos profundos del dolor de vivir con el sufrir del contagio. El virus en los pulmones nos impide respirar y luego llega la muerte. Sin embargo, el virus sigue. El virus no se ha ido y hay el peligro de nuevos contagios. Yo también me contagie. Tengo miedo de recontagiarme. Tomó todas las precauciones de bioseguridad y no me expongo a las multitudes. Soy frágil, soy débil ante el virus, soy vulnerable. El virus en Guayaquil fue una tragedia. Dios no quiera que se vuelva a repetir.
La Navidad. Ya llegó la Navidad. El virus no se ha ido pero la Navidad ya llegó. Recibamos la llegada del niño Dios como una esperanza viva que nos ayude con el virus. Dios misericordioso no nos abandones. En Navidad hay que cuidarse y cuidarnos todos. El peligro no ha pasado. Navidad ten piedad de nosotros.