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El Telégrafo

Navidad es algo diferente

27 de diciembre de 2012

La Navidad debe ser una época para inculcar y fomentar los auténticos valores, de dar alegría y esperanza, no solo para concentrarse en el materialismo y consumo masivo.

En estos tiempos, en lugar de aferrarse tanto en las compras, se deberían fomentar los valores morales, compartiendo con la familia y amigos, pero no solo intercambiando regalos, sino enseñando a los demás que hay cosas más importantes en la vida, como la benevolencia, la gratitud, la honestidad, la lealtad, el respeto y el amor al prójimo, valores que hemos olvidado los que presumimos de ser cristianos.

La Navidad se ha convertido en la actualidad en una fiesta más comercial que religiosa, donde el consumismo no se ha hecho esperar. Aquí, a la mayoría de las personas, les interesa tener suficiente dinero para gastar y comprar regalos caros a sus hijos utilizando el dinero plástico de sus tarjetas de crédito, olvidando el verdadero sentido de estas festividades, en que celebramos la llegada de nuestro salvador y redentor. Y no es que esté mal regalar, está bien, es una manera de compartir y gratificar, pero todo debe ser a la medida y ese es el punto, no sabemos cuál es el límite.

La Navidad es algo diferente, no se hizo para fomentar el consumismo ni el materialismo, sino para celebrar en armonía y confraternidad, para regocijarnos espiritualmente y recordar a través de los años el nacimiento de Jesucristo, quien fue enviado por Dios para redimir nuestros pecados.

El papa Benedicto XVI, en una audiencia en el Vaticano, el día 30 de octubre de 2009, afirmó que una sociedad vigorosa se edifica por “la solidez de los valores morales que la sustentan, ennoblecen y dignifican”.

Si en lugar de comprar tanto para consumo propio y de la familia, que probablemente tienen todo y hasta les sobra, ¿por qué no también compartir y regalar a los desposeídos? Si es tanto el gusto por gastar, ¿por qué no dar un poco a los que nada tienen? Así conjuntamente se estaría practicando valores morales, siendo caritativos y generosos con los más necesitados.

Regalemos esperanza a los niños o a los ancianos olvidados por sus parientes. Brindemos amor y paz a todos los que pasen por nuestro camino. Dejemos enseñanzas que duren para toda la vida a los que más queremos.

Qué mejores regalos serán ver los rostros de satisfacción de los pobres y la expresión de orgullo en la cara de nuestros hijos al observar los actos de bondad que practicamos, deseando algún día poder hacer lo mismo por voluntad propia.

Se debe recordar que son las acciones y comportamientos los que definen la clase de personas que somos y ese ejemplo es el que se da a las futuras generaciones.

Que esta Navidad sea una época de reflexión, un tiempo para fortalecer los valores entre la familia, amigos, conocidos y no conocidos, y no solo de consumismo. En estas fechas hay que esforzarse por ser mejores personas, mejores cristianos. Y ese es el mejor regalo que podemos heredar a nuestros hijos.

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