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El Telégrafo

Navidad, educación y valores

22 de diciembre de 2011

La natividad de Jesús está asociada a la celebración pagana del nacimiento anual del Dios Sol, en la estación invernal, durante el antiguo Imperio romano; fiesta que adoptó la Iglesia católica, por orden del papa Julio I, quien en el año 350 pidió a los cristianos que conmemoren el nacimiento de Cristo, el día 25 de diciembre, para facilitar que los romanos se convirtieran al cristianismo sin abandonar sus festividades.

La Biblia no señala la fecha en que nació Jesucristo, pero narra que esa noche en Belén, “los pastores cuidaban sus rebaños al aire libre bajo el cielo estrellado”, por tanto es improbable que naciera en invierno durante el mes de diciembre. No obstante, respetando las creencias religiosas e ideologías, estas fiestas descubren de manera intermitente el espíritu altruista de los hombres. Si bien los valores profundamente humanos, como el amor, la solidaridad, la comprensión, la tolerancia, la amistad, la compasión, la generosidad y el perdón, entre otros, están siempre presentes en las personas, en estos días afinan su sentido y profundidad.

A propósito de esto, vale la pena recordar la teoría de los tres panes o alimentos que necesita el ser humano, tesis que sostiene: “Los panes de cada día son el pan material, el que alimenta el cuerpo; el pan de la educación, que alimenta la mente; y el pan espiritual, que alimenta el alma y el corazón”. Cuando los hombres toman estos tres panes diariamente, están bien alimentados. Sin embargo, hay gentes que ni siquiera pueden pensar en educarse, porque les falta el pan del cuerpo, pero también conozco a individuos que están tan preocupados por el pan corporal para poder vivir físicamente, que no piensan en el pan de la educación ni se alimentan del pan espiritual. El ser humano equilibrado necesita de estos tres panes para vivir en armonía con los demás.

Así, la educación no es otra cosa que la recreación de las personas, el proceso a través del cual el individuo se expresa y se enriquece, se forma y se comunica en todo su valor e importancia; la educación nos hace verdaderamente humanos, es donde se originan, caben y se fortalecen todos los valores necesarios para la convivencia y el desarrollo de los hombres y las mujeres. La educación es un recuento permanente de esos valores que en estos días sentimos tan cercanos, tan familiares y tan compartidos. No perdamos el sentido de la vida tras lo banal. Finalmente, debo decir que las navidades activan todo un marco de exaltación exterior, pero también reaniman la riqueza interior de los seres humanos, donde reside silenciosamente el verdadero sentido de la humanidad.

Que Jesucristo, nuestro salvador y la luz del mundo, nos haga alumbrar los mejores pensamientos de nuestras mentes y los más nobles sentimientos de nuestros corazones, para que nuestras acciones tengan un sentido positivo y beneficioso para todos. Apreciados lectores, que tengan una feliz Navidad.

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