Suenan las sirenas de bombardeo. La gente se pone a recaudo y transmite en tiempo real a través de redes sociales la catástrofe que está por venir. Sus vidas no importan en lo más mínimo, se contarán como una línea en los libros de Historia e informes de organismos internacionales que se encuentran “gravemente consternados”. La guerra alimenta las arcas de la economía, reordena las finanzas y pone el ajedrez internacional en movimiento.
Ese contexto es el peor, porque demuestra que poco hemos aprendido y el escenario natural del hombre es la pesadilla hobessiana de la exterminación pragmática. Al parecer la vida de millones de personas en Europa y el mantenimiento de la civilización global es absolutamente irrelevante. El mundo que vivimos es así. Absolutamente real, doloroso y terrible. Lo dice muy claro el autor de Leviatán:
“Las nociones de bien y mal, justicia e injusticia no tienen lugar allí. Donde no hay poder común, no hay ley, donde sin ley, sin injusticia La fuerza y el fraude son en la guerra las virtudes cardinales.
"Sin artes, sin letras, sin sociedad; y lo que es peor de todo, miedo continuo y peligro de muerte violenta: y la vida del hombre, solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta".
Y eso es claro, necesitamos una solución pronta, eficaz y sin miedo. De otra manera, tú, yo, y todo lo que queremos se verán amenazados por fuerzas que no podemos controlar ni entender. De nuestra responsabilidad como civilización es entender que la guerra no debe caber como un mecanismo de solución de conflictos en el siglo XXI.
Black Sabbath lo tenía clarísimo. Cuatro buenos chicos de Birmingham, cuyos apellidos ascienden a la categoría de próceres: Iommi, Osbourne, Butler, Ward. Ellos inventaron el metal. De las luces y colores del verano del amor del 68, se construyó algo nuevo, volviendo al rock and roll un animal más pesado, peligroso e impredecible. Guitarras pasadas por una oscuridad latente. Los riffs pasan de ser una melodía bonita y pegajosa para volverse un muro de concreto que viene de algún lugar muy oscuro, que te martillan la cabeza, gracias a la sincronía de Ward y Butler. Y la voz del carismático Ozzy (patriarca de toda una raza y Señor de las Tinieblas) vuelve esa discografía un ejercicio casi mítico. Una de las últimas grandes bandas del mundo; personas que definen el género, con un música revolucionaria y cambiada.
Eso se escucha en War Pigs, primer corte de su segundo disco, Paranoid (Vertigo, 1970), tal vez una de las canciones antiguerra más claras de la historia. El riff corta cada verso, que por si solos reflejan los miedos de un mundo que se encuentra acercándose al abismo de forma voluntaria: “Los políticos se ocultan lejos. / Ellos sólo empezaron la guerra/ ¿por qué deberían salir a luchar? / Ese papel lo dejan para los pobres”, la batería golpe el hi-hat solo para marcar la letra y la guitarra se abalanza. Sabbath te muestra como es el mundo. Simple, real, descarnado.
Creo que retrata mucho del mundo en que vivimos y deberíamos rescatar su discografía, que retratan estos tiempos preapocalíticos (¡!) que corren. Nos hacen falta músicos que usen la verdad tal y como viene, un sitio lleno de filos y espacios incómodos en los que nosotros deberemos navegar, buscando un lugar mejor, una Ítaca personal.
Cada día, esta aventura de vivir es un milagro en sí mismo, y espero que en 15 días podamos hablar de cosas mejores, que no incluyan la destrucción de la humanidad. Crean en el rock and roll, cada día demuestra que es lo único que no nos ha fallado.