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El Telégrafo
Efrén Guerrero

El mundo según el rock and roll: nos hemos quedado atrás

28 de mayo de 2022

El país entero sangra. Los ecuatorianos nos vemos indemnes en medio de una de las olas de violencia civil más altas de nuestra historia reciente. Las posibilidades de que cualquier actividad pública termine con  un encuentro cercano con el hampa se ven potenciadas. Las redes sociales son notarias de la violencia, y los grupos de chats se vuelven crónica roja cotidiana. La Policía ve mermada sus capacidades y el Gobierno se ve atrapado en un debate del que siempre sale perdiendo. Agoreros del desastre piden a gritos respuestas públicas centradas en la violencia y en el medio una ciudadanía que ya se encontraba suficientemente agotada por dos años de pandemia.

Este es nuestro resumen a seis meses del 2022 y a 200 años del nacimiento de la República. Tan simple como doloroso. Una crisis del significado de ser ecuatoriano y cómo los lazos sociales se rompen en el marco de una sindemia: una serie de factores sociales, de salud pública, de desigualdad y políticos, que sumados, ponen en amenaza la existencia de todos. Pareciera que después del peor año posible, con decenas de miles de muertos y escenas dantescas para nuestra población, podríamos “salir mejores”. No habrá peor mentira que esta. Terminamos en la pesadilla hobessiana: Yo y Ecuador contra el mundo; yo y mi clan contra Ecuador, yo y mi familia contra mi clan; yo y mi hermano contra mi familia; yo contra mi hermano.

No es mucho lo que desde un editorial se puede hacer a más que describirlo y comentarlo. Heródoto proponía que eso era el papel del cronista, para que “el tiempo no abata el recuerdo de las acciones humanas y que las grandes empresas acometidas, ya sea por los griegos, ya por los bárbaros, no caigan en olvido”. Debemos hacer que lo que suceda en esta época convulsa sea explicado y comprendido, para no repetirlo y si es posible salir de él. La violencia que vivimos no es solamente delincuencial, sino se expande a las relaciones de género, a la salud mental y se suma a las imposibilidades de una vida digna y de condiciones de crecimiento. Todo esto sucede y debe ser contado.

Y sí. También tiene una banda sonora. Creo que lo que mejor define lo que nos sucede puede encontrarse en el metal alternativo de los noventa, y específicamente en Slipknot. A lo largo de más de 20 años de carrera, la banda y sus nueve miembros han construido un imaginario tan icónico que es imposible no reconocer sus máscaras al instante. Su inclasificable estilo, que comenta percusión militar, industrial, death metal y electrónica es uno de los sonidos más reconocibles del mundo. Si quieren tres adjetivos que definen ese muro de sonido son maldad, insalubridad y caos absoluto. Left Behind (aparece en Iowa un disco de 2001) es mi banda sonora actual del Ecuador de hoy: imprevisibilidad, mucho sonido que no debería estar allí, caos y paranoia. Riffs que anuncian que algo está muy mal allí y que se esconde en nuestros patios traseros y cajones. El sonido de una catástrofe que se avecina y que puede volverse peor.

Corey Taylor lo cuenta bien claro: “tenías que ser un mentiroso… todavía me estoy ahogando. Cuando cierro los ojos, siento que todo se me escapa. Todos nos quedamos atrás, dejamos que todo se nos escapara”. Me duele que suene tan actual, y de una banda que me gusta mucho. Pero así son las cosas y como dijo Heródoto, debemos contar lo que hacen los bárbaros. El problema es que los bárbaros somos todos y cada uno de nosotros.

Ecuador tiene el riesgo de quedarse atrás y terminar muy golpeado en el marco de esta crisis global multinivel. La Violencia (esa, con mayúsculas) que es cotidiana, se une a nuestra maldad que al parecer es patrimonio nacional. Debemos detenernos. Todos. Ahora. No seamos parte de la espiral. No seamos aquellos a quienes la Vida y el Progreso nos deje atrás.

Cuídense ahora más que nunca. Crean en el rock and Roll. Nos vemos en quince días.

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