Hoy recordé una anécdota sobre un escritor y un cantante: Roberto Bolaño se levantó esa aciaga mañana enfermo. El genio que había escrito "2666" y una de las primeras espadas de las letras en español sintió que el mundo se le venía encima. La enfermedad le empezó a golpear más de lo normal. Y esa vez decidió ir al hospital, de donde desgraciadamente no salió. Antes de salir de casa, decidió enfrentar al destino armado de la única herramienta que le daba significado: una canción.
Me lo imagino sentándose en su diván, sabiendo que el dolor es real y que no importa lo que suceda, la Parca esta vez ya no iba a tenerle paciencia. Como escritor, sabía que el viaje del héroe implicaba épica: la construcción de una trascendencia y el regalo de la inmortalidad. Así que antes de ir al hospital decidió regalarse una banda sonora. Se puso un CD de Nacha Pop y escuchó "Lucha de Gigantes".
Esta canción es un clásico eterno del rock en español, escrito e interpretado en la voz hermosa y torturada de Antonio Vega. Él supo canalizar un lugar en medio de la vorágine cultural y emocional de la Movida madrileña, donde las emociones encontraban un lugar de sociego, una causa por la que luchar y un ejercicio de humanidad de increíble preciosismo. En una entrevista, dijo que “es un recuerdo de la ubicación de las dimensiones del ser humano en un entorno cósmico, de la relatividad entre la grandeza del hombre y su pequeñez en un entorno grandioso e infinito”. De sentirnos pequeñitos e insignificantes en torno a los grandes cambios y al zeitgeist que comprendemos poco. Vega no lo logró, no ganó la lucha; a los 51 años murió de cáncer de pulmón.
Creo que eso es justo lo que siento al vivir en Ecuador en estos momentos. Me siento —y creo que muchos compartirán lo mismo— en medio de una tierra yerma por un contexto tremendamente doloroso cuyo motor principal es el Miedo. Ese, el que va con mayúsculas. El que te carcome, ya que sientes que estás solo frente a la inmensidad de una Vida a la que ya no comprendes y en la que el valor de estar vivo depende principalmente de la buena voluntad de la delincuencia, el clima, la economía o la buena voluntad de un conductor. Nada es seguro y todo duele. Y lo que más lastima es que uno se siente incapaz de dar seguridad a quienes más quiere.
Como Bolaño, yo también cierro los ojos y me conmuevo: “Vaya pesadilla / Corriendo / Con una bestia detrás / Dime que es mentira todo / Un sueño tonto y no más”. Quiero que acabe todo esto. Que ustedes y sus hijos vivan vidas luminosas, que se acabe el Miedo. Yo quiero que ganemos la lucha.
Háganse un favor, vuelvan a esa canción. Siéntanla tranquilos, dense su tiempo para digerirla y hacerla parte de su vida. La voz de Antonio Vega refleja la sensación de lucha y desesperanza que compartimos muchos en estos tiempos oscuros. Como Bolaño, enfrentamos nuestro destino con lo que tenemos, buscando una chispa de esperanza en medio del caos. Que esta lucha no sea en vano y que, algún día, podamos vivir sin miedo.