María Paula Romo será juzgada popularmente. Se reunirá un grupo de juezas nombradas por nadie, asumirán una jurisdicción y una competencia arbitrariamente, receptarán testimonios y pruebas de una sola parte, prevaricarán anticipando su veredicto y sentenciarán a alguien en ausencia.
Harán todo lo que hicieron los denostados jueces de la Inquisición.
Romo será acusada como las brujas de Salem y sentenciada a la hoguera de la opinión pública o al exilio del mundo de las mujeres. Para los radicalismos inútiles urge tirar al fuego a una ministra obligada a actuar en una situación de crisis violenta. Una cosa es en la gradas y otra cosa es en el ruedo. Romo, considerada a sí misma como una feminista y defensora de los derechos humanos, tuvo que actuar en la hostilidad del ruedo.
Hay heridos y fallecidos en las jornadas violentas de octubre. Pero eso no importa para las fanáticas policías del pensamiento. A ellas solo les importa utilizar los mismos métodos opresivos que aseguran haber sufrido en sus carnes, para oprimir a sus opresores. Entonces crean mundos en sus cabezas para justificar lo injustificable.
Romo tiene que responder por sus decisiones durante las protestas de octubre. Pero la encuentro regularmente en las noticias asistiendo a la Asamblea Nacional. Todas las semanas la convocan y asiste. También intentan juzgarla políticamente en la legislatura como públicamente en tribunales populares. Nadie la acusa con argumentos serios. Todos exponen tonterías militantes sin ninguna profundidad. Así no conseguirán nada. Solo les quedará expulsarla del imaginario “mundo de las mujeres”, que nadie sabe qué es, en dónde queda o para qué se menciona. Si
Romo es responsable de algo, debe ser acusada con argumentación objetiva, y no con pensamiento militante barato de última hora.
Con esta generación de pensadores y pensamientos nos espera la ruina. (O)