Dos ex presidentes. Casi una vida enfrentados, militando por causas muy distintas, ahora decidieron retirarse el mismo día de sus cargos en el Senado, haciéndole el último favor a esa pasión que los arrastró desde niños: la política.
Hoy cuando la polarización y la grieta es la constante en buena parte de la región (y en buena parte del globo), José “Pepe” Mujica y Julio María Sanguinetti, octogenarios ambos, se estrecharon en un abrazo y coincidieron que la política está en crisis. Eso en Uruguay porque a mi modo de ver, la política está a pedir de Habeas Corpus, hace rato ya.
Suerte la de los uruguayos, que cuentan con la clase dirigente más civilizada de la región. En Mujica, la política latinoamericana tiene a un hombre con un gran sentido común, dueño de una cosmovisión cada día más acertada y que cumple con el canon del buen ciudadano: “además de ser honesto hay que parecerlo…” Si en Latinoamerica estuviésemos obligados a mostrar algo parecido a Nelson Mandela, ese es Mujica el que en su jardín “nunca cultivé la planta del odio…”.
El Sanguinetti presidente o líder del Partido Colorado era difícil de digerir, pero siempre se le reconoció su condición de estadista. Hombre de una cultura prodigiosa y diestro no sólo en ideas económicas sino en el debate. Heredero de una tradición política que lleva el sello de José “Pepe” Batlle y Ordoñez (1903-1907 y 1911-1915).
Si uno pretende hacer política por centroizquierda, el mejor contrincante que te pueda tocar debería ser un clon de Sanguinetti.
Al abandonar el Senado para darles paso a los más jóvenes, los dos hablaron de conciliación y bonhomía democrática. Se estrecharon en un abrazo para cerrar un capítulo de la historia del “paisito” y por qué no, de la región.
Es en ellos dos donde el resto de mandatarios, presidentes con escasas lecturas en su haber y con menos “calle” que Venecia, fruto de la mercadotecnia o inventos del poder económico, deberían mirar, bucear, acudir en busca del consejo de alguno de ellos, para no caer en reiterados errores o en papelones cotidianos. Aprovéchenlos. Están ahí, desprendidos del cargo y con tiempo y ganas de transmitir su experiencia.
Podrían aprender mucho, y nosotros votantes y tributantes compulsivos, terminaríamos beneficiados en tanto, sociedad. Como verán siempre a pesar de los tiempos que corren, habrá lugar para pequeñísimas utopías. (O)