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El Telégrafo
Anja Brockmann

La mujer debe ser consciente de su poder

13 de marzo de 2020

Si observamos el panorama actual en el mundo, la situación es desesperante. En EE.UU. no habrá este año ninguna mujer en la presidencia. En Afganistán, el reciente acuerdo con los talibanes amenaza con llevar de nuevo a la mujer a épocas oscuras. Y en Europa, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, fracasó en su intento de configurar el organismo de forma paritaria por la oposición de los jefes de gobierno.

Las mujeres en la cumbre de la política siguen siendo una rareza. Tanto, que el júbilo mediático estalla cuando al menos una consigue llegar, como sucedió recientemente con la finlandesa Sanna Marin, quien no solo es mujer, sino también joven, por lo que constituye una doble excepción. En la mayor parte de los parlamentos del mundo, las diputadas siguen siendo impunemente una minoría, a pesar de que esa situación contradice la idea democrática de un parlamento reflejo de la sociedad.

Y sí, también la mujer más poderosa del mundo, Ángela Merkel, ha fracasado en Alemania a la hora de imponer cuotas femeninas en su partido con el fin de que las mujeres logren una mayor influencia de forma estructural y duradera.

Pero algo ha cambiado. Hay mujeres que no permiten que las coloquen fuera de juego. Mujeres como Greta Thunberg, quien ha puesto inapelablemente en la agenda mundial la crisis climática. Mujeres como Carola Rackete, comprometida con el rescate de migrantes en el mar y que se opuso al ministro italiano del Interior. Y mujeres como Emma González, que lucha en EE.UU. por conseguir leyes armamentísticas más estrictas.

Las nuevas heroínas políticas son jóvenes, tienen mucho carácter y mueven algo dentro de una especie de oposición extraparlamentaria. Son modelos opuestos a hombres como Donald Trump, Vladimir Putin y Jair Bolsonaro. Quieren influir sin luchar por el poder. Y se convierten en víctimas. Reciben un odio sin límites que supone una enorme carga, sobre todo procedente de los hombres. Pero sus cualidades las convierten en símbolo de esperanza de una nueva política. Modelos a seguir para jóvenes mujeres en todo el mundo. (O)

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