El constante debilitamiento y fragilización de los derechos fundamentales y del sistema de garantías típicos y razón de ser del denominado Estado Democrático de Derechos pueden ser entendidos a luz de la constatación de que esos fenómenos se enfrentan con la lógica del sistema capitalista, en el cual prevalece una razón fundada casi de forma exclusiva en el dinero y sus formas.
El abandono de los derechos del Estado Democrático de Derecho que sobrevive en el campo de lo teórico y que fue sobrepasado por una realidad histórica objetiva. Este conjunto de representaciones, epistemologías, metodologías, liderazgos, políticas elevan al capital financiero y a sus modalidades como únicos valores que importan a la sociedad. Esto explica que en América Latina en sus Estados no se observen los límites de poder de las instituciones que fundamentan al Estado Moderno y se configure la estructura de un Estado Posdemocrático Capitalista.
La ausencia de límites transforma a las instituciones en depredadoras y salvajes sin control de la sociedad. Las cartas constitucionales se vulneran y se fragiliza la estructura del Estado Democrático. La casi nula reflexión sobre las líneas maestras del desarrollo de la sociedad y de sus Estados ha hecho que el motivo de la política y de todo su arsenal de poder institucional se posicione en contra de las personas.
Con tristeza supimos de la trágica muerte del líder aprista y dos veces presidente constitucional peruano, Alan García. Uno de los últimos políticos latinoamericanos con una oratoria privilegiada y que, posiblemente, fue sobrepasado por este Estado Posdemocrático Capitalista sin límites que prioriza lo exacerbado de sus obligaciones y derechos constitucionales para socavar la vida.
Nos queda analizar y proponer las mejores estrategias para rescatar a las instituciones que fundamentan el Estado Democrático Moderno, y que es necesario legitimarlas ante la sociedad, para que dejen de ser propiedad de los políticos y de sus amigos privados que colocan a la utilidad económica y posibles actos de corrupción como cotidianos.
Se debe retornar a la discusión de las grandes políticas para el desarrollo de nuestros Estados y de la sociedad. No podemos ser observadores de hechos en donde la muerte triunfa sobre las instituciones. (O)