Por convocatoria de los dirigentes indígenas de la Conaie, el 8 de marzo se inició, desde El Pangui, (provincia de Zamora Chinchipe), una marcha hacia Quito, que llegará el 22. Se trata de una acción política similar a la que en agosto del año pasado iniciaron los indígenas de las tierras bajas de Bolivia, contra la construcción de una carretera decidida por el gobierno de Evo Morales.
A la movilización se han unido otros dirigentes indígenas, el Movimiento Popular Democrático y sus organizaciones, así como varios grupos e individualidades políticas autocalificadas de izquierda.
A este núcleo central, que encabeza la movilización, le une la ruptura con el presidente Rafael Correa, a quien exigen rectificaciones y cuestionan por diversos motivos. Debería comprenderse que a su interior hay reivindicaciones diferenciadas. Los indígenas rechazan la minería abierta, demandan una ley de aguas y promueven la plurinacionalidad.
El MPD levanta consignas sobre la educación y reniega de la reforma universitaria. Otros indistintamente hablan en defensa de la “libertad de expresión” y de los “derechos humanos”, postulan la “auténtica” revolución contra la “traición” de Correa, o intentan promocionarse electoralmente.
Desde la perspectiva política, la marcha sobre Quito afronta algunas realidades. Destacan en ella varios líderes indígenas y del MPD, que están en deuda con la democracia ecuatoriana por haber apoyado abierta y claramente la sublevación policial del 30-S, que derivó en un intento de golpe de Estado.
Además, hay sectores indígenas pronunciados en apoyo al Gobierno, que han decidido no marchar al lado de la actual dirigencia de la Conaie. También otros movimientos y agrupaciones de izquierda que apoyan el proceso de la Revolución Ciudadana. Y un amplio espectro popular que se movilizó el 8 de marzo y que está dispuesto a permanecer vigilante en defensa de la democracia y del Gobierno.
Pero lo que más afecta a los marchistas sobre Quito es que no han podido evitar que a ellos se sumen los aplausos, el saludo, el aliento, los análisis favorables y el anhelo por desenlaces acumulativos a favor de la oposición, que provienen de fuerzas sociales, partidos, asambleístas, medios de comunicación, políticos y sectores que expresan intereses totalmente ajenos a las reivindicaciones de los indígenas, campesinos, montubios, trabajadores, maestros, estudiantes, etc., y que de ningún modo se sumarían como fuerzas a favor del Gobierno.