El monumento es dedicado a hombres y mujeres que en el transcurso de la historia rindieron honor a la patria, mediante acciones heroicas y de sacrificio por la liberación de sus semejantes, y a quienes, en otro ámbito, aportaron al desarrollo de la ciencia, el arte, la educación y otras manifestaciones de la cultura. El monumento no es para el rufián, sino para el grande de espíritu, que alcanzó la gloria obrando por los intereses de los sectores postergados.
La torpe propuesta de erigir un monumento a los “enemigos de Guayaquil” revela una broma de algún payaso, o se trata, en el fondo, de tergiversar u ocultar el reconocimiento público de ilustres personalidades que legaron obras para la posteridad. Según la ridícula idea de instalar estatuas a los enemigos, de la cuna de Rocafuerte y Olmedo, debería ampliarse esa propuesta a todo lo negativo, delincuentes más buscados, criminales, estafadores bancarios, políticos fracasados, ex mandatarios defenestrados y tantos sátrapas, que de acuerdo con el proponente merecen un escenario público para su gratuita exhibición.
Como todavía en nuestro medio se acostumbra rendir homenaje a personas con el único mérito de haber desempeñado relevantes cargos públicos o administrado prósperos negocios, es obligación de los comunicadores exaltar los valores humanos, hechos históricos que marcaron la liberación de los pueblos y a los gobernantes que propugnan cambios para mejorar las condiciones de vida de los que poco o nada tienen.
La historia no retrocede. Los personajes se ubican en un sitial de admiración ejemplar, por su lucha en el transcurso de su vida, en la búsqueda de un mundo mejor. Rumiñahui, Espejo, Olmedo, Alfaro, entre otros, se destacaron en el tiempo, con o sin monumento, por su aporte a defender lo nuestro y liderar la causa independentista y de libertad. Hoy se agrega Rafael Correa Delgado, no para lograr una estatua en su honor, sino para cumplir con el mandato de la historia, continuar con el proceso hasta consolidar la nueva independencia en el ámbito social y económico, según los postulados del Socialismo Siglo XXI.
A los payasos que se creen dueños de Guayaquil les recordamos que llegó la hora del cambio que pondrá fin al privilegio de los más audaces, a la extrema pobreza, la corrupción y a la explotación en todas sus formas.
Los grandes hombres y mujeres levantaron con sus obras sus propios monumentos; los pequeños requieren de los aduladores para ocultar sus defectos.