Cuando los humanos lograron excedentes de granos transfirieron el equivalente de su valor al oro y la plata. A la par crearon subvalores contenidos en productos suntuarios dotados de códigos de estatus, con el cual accedían al poder para sellar moneda y cobrar tributo. Entre los productos exóticos estaban las sedas chinas y la pimienta que por ser picante alcanzó en su momento un valor moneda. Como se ve, picante y brillo han tenido que ver con la historia de la demencia, que empezó hace miles de años.
Mucho después, cuando ya ni el oro y la plata de las colonias americanas alcanzaban, apareció el papel moneda como representación del metálico, garantizado por Estados poderosos a nivel mundial y otros menores, que emitían dinero nacional. Ahora intentan desaparecer el valor moneda tangible nacional e internacional, para sustituirlo por un valor de cambio intangible, prescindiendo de la banca, hija predilecta del viejo capitalismo. En eso se hallan tanto corporaciones occidentales privadas, como regímenes estatales asiáticos.
Hace poco China anunció que experimenta con monedas estatales digitales, al mismo tiempo que Facebook, corporación privada de servicios virtuales, juega con la Libra. La diferencia y coincidencia entre ambas, estriba en que la primera es operada por un Estado-empresario, de manera centralizada; y la segunda, por una corporación privada trasnacional, igualmente centralizada. En ambos casos, las transacciones a nivel global no necesitarían autorización de estados soberanos, ni de banca, sino adscripción informática y voluntad de vendedor y comprador.
¿Cuál es la novedad de estos acontecimientos que provocarían un sismo global? Sin dinero pimienta, ni billetes imaginados como oro, la innovación consistirá en que un nuevo poder estatal o privado, podrá controlar de manera remota el dinero del mundo globalizado. El nuevo valor-dinero dependerá de una aplicación tecnológica cifrada, que sólo podrán leer máquinas electrónicas portátiles, conectadas a la gran central de un propietario.
El supra valor radicará en la clave centralizada, la aplicación validada y el dispositivo tecnológico. Pero este valor automático, dependerá del incremento de la producción suntuaria, que sólo será posible con la explotación laboral global, tanto de los humanos como del Sol, de donde proviene la energía que genera vida.