La ecología es un 20% de la sostenibilidad que incluye remediación, compensación, equilibrio, justicia. No siempre los ecologistas defienden conceptos sostenibles, muchos caen en contradicciones, se oponen a la intervención minera en una montaña, pero se movilizan en coches cuyo aceite, en cada cambio, es enviado a alcantarillas que contamina nuestros ríos. Se enfrentan a la apertura de una vía por un bosque, pero sus hogares están llenos de muebles de madera.
La ecología también puede ser dogmática, fundamentalista, inaplicable e hipócrita. El ser humano que vive dentro de un bosque, bajo los parámetros de algunos de nuestros bulliciosos ecologistas, debería vivir casi desnudo, a la intemperie y comer solo lo que ha caído de los árboles. Una forma de vida que deberían intentarla y, de ser sostenible, no duden que sería el primero en ir a vivir con ellos... y ellas, que sería la parte agradable.
La presencia del ser humano dentro de bosques y selvas es invasiva, pero no tiene que ser negativa, el uso racional perpetúa recursos que generan bienestar y las medidas de compensación mejoran áreas antes inservibles, dando por resultado el vital equilibrio.
La minería artesanal ha sido depredadora, antiecológica, inhumana, poco ha servido como negocio y menos como sustento familiar; al basarse en la fuerza física, ha sido una actividad de “machos” que ha generado miles de hogares disfuncionales.
Una minería sostenible empieza por la tecnificación y termina en la remediación, a la vez que compensa en otros sitios y sectores los inevitables daños, lo cual ahora será posible gracias a la nueva ley cuando señala: “El Gobierno, por su parte, podrá utilizar el 60% de las regalías señaladas para obras en las respectivas localidades”.
Tratar las aguas servidas -con desechos de los ecologistas incluidos- y salvar los ríos ahora será posible más rápido en las zonas mineras que en el resto del país, donde la mayoría de municipios desfoga directamente todos los desechos a los ríos. Veo esperanzas de salvar el río Pastaza y sus orillas con árboles negros y moribundos llenos de plásticos que sostienen aguas putrefactas provenientes de alcantarillas de la mayoría de cantones de 4 provincias, un crimen de cual los ecologistas nada dicen.
Mejorar las condiciones de vida de las poblaciones cercanas a la actividad minera, que vendrá acompañada de compensaciones socioeconómicas y culturales, bien vale acoger todas las intervenciones mineras que, además, generarán recursos convertibles en obra pública para enrumbar todo el país a la sostenibilidad.