Plantas millonarias, así denominan con su característico humor ácido los americanos del Norte a las malezas acuáticas, no por los bienes que producen sino por los daños que causan al invadir los reservorios de agua.
Cada cierto tiempo es “noticia” los efectos perjudiciales que ocasionan estas plantas invasoras a los habitantes vecinos de los acopios del agua (lago) formados por las represas construidas con diferentes fines.
Las plantas acuáticas no siempre son nocivas, son beneficiosas cuando se presentan con bajas densidades y no es extraño que los campesinos elijan donde se acumulan sin exceso para pescar, ya que estas producen oxígeno, proporcionando un hábitat adecuado que buscan los peces y otros organismos, además de purificar el agua extrayendo los compuestos tóxicos. Localizadas estas plantas en las orillas amortiguan los golpes del continuo oleaje, evitando que se desmoronen los barrancos.
Los efectos dañinos son principalmente obstrucción de la navegación que ocasiona el aislamiento de las poblaciones, eutrofización (disminución del oxígeno disuelto del agua deteriorando su calidad) y la creación de condiciones favorables para el desarrollo de vectores de enfermedades humanas, tales como son la malaria y la schistosomiasis (bilarzia).
Cuando la invasión de las malezas acuáticas es excesiva, como se pudo observar en unas fotografías publicadas, en las que se advierte que el espejo de agua del lago casi ha sido remplazado por una llanura verde, eso nos indica que el problema no será corregido con la momentánea extracción de las malezas de los sectores más amagados si no se implementa un plan de manejo del reservorio que debió ser exigido debidamente financiado y permanente durante toda la vida útil de las obras, iniciándose el control cuando aún las malezas acuáticas no representaban un problema crítico.
El manejo de las malezas acuáticas debe ser preocupación de todos los involucrados, exigiendo la organización y capacitación de las comunidades campesinas del sector a las cuales se debe reconocer los incentivos necesarios para convertirlos en permanentes guardianes de la limpieza del lago. Esto no se puede obtener de los contratistas, cuya eficiencia del trabajo realizado se debe fiscalizar mediante un control diario.
En un reservorio de veinte y cinco mil hectáreas que fue temporalmente monitoreado con una estimación conservadora, se calculó el crecimiento en superficie de las malezas acuáticas de cuatro mil hectáreas anuales.