Historias de la vida y del ajedrez
Milagros, estatuas y deportistas
Los medios de comunicación dedican bastante a estas tres manifestaciones de la cultura humana. Desesperados, los humanos siempre buscamos algo que alivie los conflictos de nuestra existencia. Por culpa de nuestro cerebro, que quiere pensar a cada momento, descubrimos que estamos llenos de vacíos. E intentamos inventar lo que sea para no pensar, para no sentir el peso de esos vacíos.
El fenómeno no es de ahora. Y esto se convierte en motivo de preocupación porque nos descubre que en miles de años no hemos podido cambiar nada. En la Grecia antigua los deportistas eran semidioses y, ellos mismos, se encomendaban a sus respectivos dioses para garantizar sus triunfos.
Entre los cientos de personajes destacados que el tiempo se ha encargado de convertir en olvido hubo dos que queremos resucitar con estas líneas.
Uno de ellos se llamó Eubato, campeón de campeones en carreras de alta velocidad, tan seguro de su triunfo que antes de la carrera hizo levantar una estatua de su figura en la ciudad en la que iba a competir para que la gente pudiera admirarla y orar ante ella. Y ganó. Entonces la más bella mujer de la ciudad intentó seducirlo, pero Eubato se negó y pidió llevar una pintura de su rostro como recuerdo. Al llegar a su hogar la esposa de Eubato vio la pintura y levantó otra estatua a su esposo en gesto de admiración por haber renunciado a tan delicado banquete.
El otro fue un poderoso boxeador: Teógenes, que no perdió nunca una pelea y contabilizó más de 1.400 victorias. Centenares de estatuas se erigieron a este deportista por toda Grecia. Uno de sus contrincantes, derrotado, masticó rencores toda su vida y cuando Teógenes murió aquel hombre consagró esa fecha, cada año, para ir a azotar una de las estatuas del personaje. En una ocasión la estatua se enredó en el látigo y al halar cayó sobre el agresor y lo mató. Los familiares de la víctima iniciaron un juicio contra la estatua que fue considerada culpable de la muerte, y la sentencia fue arrojarla al mar.
Enseguida se desató una tremenda hambruna en la región. Los sacerdotes, informados por fuentes divinas, señalaron que era urgente recuperar la estatua y volverla a erigir en su lugar. Lo hicieron, pasó la hambruna, y las estatuas de Teógenes se convirtieron en sitios de peregrinación por toda Grecia. Allí acudía la gente a pedir alivio a sus dolores y enfermedades, y en los templos se vendían réplicas en miniatura para que la gente las tuviera en sus casas o las llevara colgadas al cuello y gozaran de su permanente protección.
Si un extraterrestre hoy llegara a la tierra, después de varios milenios, encontraría que el tiempo no ha pasado.
En ajedrez los únicos milagros los hace la inteligencia: Adianto (Indonesia) Vs. Brunner, Suiza, en Biel, 1996.
1: T(6D) 6TR ! Y resigna. Si: 1…CxT, 2:D8T
mate. Y si 1…DxD, 2:T8T mate