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El Telégrafo

Miedo libre

19 de diciembre de 2011

En un país como el nuestro, donde campean todas las libertades y hasta los libertinajes, no es raro que el miedo, como se dice popularmente, sea también libre. Cada ciudadano o grupo de ellos tiene el miedo que quiere. O el que se deja penetrar.

El miedo es un estado emocional espontáneo o inducido que a veces puede llegar hasta  al terror, al pánico, a la plena locura.

Los especialistas, como Freud, profundizan en la materia y llegan a conclusiones sorprendentes. Con modestia, lo que quiero es criticar la campaña mediática desatada para difundir e infundir miedo en las personas receptoras de información en los  medios de comunicación, interesados en atemorizar a la ciudadanía. 

La diaria convocatoria al miedo, en prensa, radio y televisión, se relaciona a la futura Ley de Comunicación o de medios, que incluye el concepto que más aterra a los propietarios, que es el de la “responsabilidad ulterior”.

Esos propietarios se creen dueños, además de sus bienes materiales, empresariales, de algo que es intangible y, por lo mismo, más peligroso y delicado, que es la honra, el honor, el buen nombre de las personas, y lo que se deriva de ello.

Muy poco aparecen los propietarios de medios cuando se trata de ensuciar los valores inherentes a la persona: generalmente utilizan amanuenses que emiten, en calidad de opiniones, calumnias, difamaciones, insultos para lesionar la dignidad de sus víctimas.

Al principio del trámite de la ley, algunos empezaron a atemorizar a sus colegas y al público receptor de sus noticias, con la absurda aseveración de que “La mejor ley es la que no existe”.

Hubo necesidad de la consulta popular para que ellos admitieran que no hay alternativa y que la ley debe imponer  esa responsabilidad ulterior como defensa del honor de los ciudadanos enlodados de calumnias, difamaciones, diatribas.

Y desde entonces desataron esa abrumadora campaña para llenar de miedo a los ecuatorianos, porque supuestamente esa ley va a abolir la libertad de hablar, de escuchar, de pensar.

Ese poder manipulador de algunos empresarios dueños de medios puede empezar a diluirse cuando se apruebe la ley
y equilibrarse la correlación de fuerzas, y ellos no tendrán argumentos sobre atentados contra la libertad de prensa, puesto que la mayoría no es periodista sino comerciante de noticias. Hay que espantar el miedo, que tiene un costo atroz.

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