Ahora que tengo su atención, puedo hablar de algo importante. Se ha puesto el grito en el cielo por las consecuencias que ha dejado una protesta feminista en la Ciudad de México. Dejo sentado, desde ya, que no busco justificar el vandalismo al que esa manifestación dio lugar: bienes públicos destrozados, periodistas agredidos… ¿suman algo a la causa? Creo que no. Y, sin embargo, casi todos los ojos están puestos en ello, y casi ninguno en torno a la denuncia de violación a una mujer por parte de cuatro policías.
¿Se puede ver a otro lado frente a esta realidad? Creo que no. Pero claro, así como la gente se escandaliza más por los senos de una protesta feminista que por las razones de la protesta, así mismo ahora algunos se cubren uno solo de sus ojos para no ver lo realmente aberrante. Porque hay quien quiere desvirtuar al feminismo todo por el vandalismo de una parte. Como si vandalismo y violación fuesen lo mismo, como si fuesen siquiera equiparables. Pues que se sancionen los destrozos causados, pero que se haga justicia en serio, sobre todo y ante todo, por las mujeres violentadas incluso a manos de la fuerza pública. ¿No tienen razón las mujeres para la rabia?
Hace pocos días, esta vez en nuestro país, muchos han señalado que debemos comprender a un policía que ha pateado en la cara a un ladrón que asaltó a su familia. Sin embargo, sorprende que algunos de esos “muchos” se ofendan hasta el tuétano con el vandalismo de la protesta feminista. Parecería que no es la violencia per se lo que les molesta. ¿No debería aplicarse esa misma “comprensión” que propugnan para las mujeres de la manifestación? ¿No debería servir al menos para atenuar su juicio duro, siempre tajante?
“No puede ser que vayan a protestar para mostrar las tetas”, palabras más o menos, dicen algunos con mucho pesar. Tetas… da la impresión de que hubiese que tenerles miedo. Producen escándalo entre los conservadores. Conservadores de una realidad que no se puede conservar: una realidad particularmente violenta con las mujeres, donde algunos buscan artimañas para mirar un árbol donde hay un bosque. Esa realidad que lacera mucho más a mujeres que a hombres, esa que debe ser puesta en primer plano para que no sea dejada de lado con cualquier pretexto conveniente. (O)