Se dice que, entre los grupos de esquimales, cuando una persona anciana siente que va a morir, se aleja de su grupo, de su familia y se sienta a esperar la muerte en medio de la soledad y de las inclemencias del tiempo.
Sobre la muerte por piedad, eutanasia o mercy killing, se ha debatido mucho y por décadas, y hoy se pone de relieve ante la sociedad ecuatoriana con el pedido de Paola Roldán por tener una muerte digna, frente a una enfermedad, el ELA, esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad que no tiene cura y que causará su muerte, en medio de dolores y discapacidades que se agudizan.
Paola y su familia han pasado por un viacrucis casi inenarrable desde que se detectó la enfermedad, saben que cada día será peor que otro y es por ello por lo que piden que en el Ecuador se apruebe la eutanasia, que actualmente no es reconocida por la ley y por lo tanto acarrearía una pena por homicidio simple a quien la asista en su muerte, castigado hasta con 13 años de prisión.
Hay quienes esgrimen argumentos de carácter religioso y por lo tanto dejan de lado el libre albedrío de las personas para tomar una decisión de esta naturaleza, que alivie su dolor, que acorte un período de sufrimiento intenso para quien padece la enfermedad terminal y para sus familiares.
El pedido de Paola Roldán se realiza ante la Corte Constitucional, esperando que sea acogido por este órgano superior y que se abra la puerta para otras personas que tienen situaciones similares, en las cuales los dolores y la desesperanza son enormes.
Algunos países, la mayor parte de ellos del denominado primer mundo, consideran a la eutanasia como un último recurso a ser aplicado en situaciones gravísimas y sin posibilidades de recuperación.
Aspiro a que la Corte Constitucional acoja este pedido y Paola y otras personas en su misma situación puedan morir en paz, con dignidad, como ella mismo lo ha planteado.