Los resultados de una encuesta en septiembre muestran un estancamiento de las condiciones laborales del país. Una economía como la ecuatoriana -con expectativas de producto decrecientes- está obligada a proteger e impulsar las condiciones de empleo. Desafortunadamente esto no sucede. Veamos el lado bueno, el lado malo y cuestiones de forma que aparecen al desagregar los últimos datos disponibles.
Según la encuesta, Guayaquil vive un florecimiento de su economía pocas veces visto. La tasa de desempleo bajó a niveles del 3%, el llamado subempleo (que en realidad solo mide una parte del concepto del subempleo) bajó más de 4 puntos porcentuales. Algo parecido sucede en Machala: la tasa del mal llamado “empleo adecuado” sube más de 8 puntos porcentuales mientras que el subempleo también baja más de 8 puntos. En términos comerciales, algo categóricamente positivo sucedió en estas ciudades para que se den mejoras de esa intensidad. En el otro lado de la moneda está Quito: el mal llamado “empleo adecuado” bajó casi 8 puntos porcentuales, mientras que la tasa de “otro empleo no pleno” subió casi 4 puntos. Una capital sin inversiones nuevas y ahogado en una vergonzosa administración, pasa factura.
Hay dos cuestiones de forma que vale la pena mencionar. El INEC ha eliminado sin previo aviso información de algunas encuestas previas en sus presentaciones, esto limita la lectura de sus usuarios, quienes deberían ser su prioridad. Segundo, es predecible que, después de la crisis de junio, el instituto quiera mostrar cualquier tipo de apoyo. No obstante, eso no alcanza para realizar ruedas de prensa técnicas en el Palacio presidencial. No me imagino organismos prestigiosos como el Buró de Empleo de EE.UU. haciendo ruedas de prensa en la Casa Blanca. Este desespero desdice de la intuición comunicacional del INEC para demostrar neutralidad. Sin embargo, estos julepes son nimiedades frente a lo de fondo: el país no está generando trabajos. (O)