La calidad de vida de un país o de una ciudad se mide también por la eficiencia de su sistema de transportación pública. Sin embargo, parecería ser que en Ecuador nos hemos dedicado a gobernar más para los carros que para las personas. Mientras el expresidente Febres-Cordero construía impresionantes pasos a desnivel en Guayaquil, en Medellín se hacían los estudios para una solución más sostenible. Tomó más de una década, pero en 1995 inauguró un eficiente sistema de metro mientras Bogotá se atoraba con los buses y el tráfico.
Ese mismo año los quiteños empezaron a viajar en Trolebús. Pero antes de eso, el exalcalde Mahuad tuvo que enfrentar la beligerancia de un gremio al que muchos le siguen temiendo. Abrió la ruta para la Ecovía (también en Quito) y la Metrovía en Guayaquil. La buena noticia es que algunos transportistas sí quieren un cambio, como esos visionarios choferes de Guayaquil que adquirieron 20 unidades eléctricas. La mala noticia es que las grandes ideas avanzan a pie y, a veces, en contravía.
Por ejemplo, mientras aquí inflábamos el pecho porque “tenemos carreteras”, La Paz incorporó un sistema de teleférico de 10 líneas que en sus primeros cuatro años vendió 120 millones de pasajes. El PIB de Bolivia es casi la tercera parte que el de Ecuador, pero ellos decidieron alejarse de la volatilidad de los precios de los combustibles.
Guayaquil acelera su sistema de Aerovía para conectarse con la sexta ciudad más poblada del país. Pero hasta antes de eso el enfoque eran más puentes y autobuses. Solo el expresidente Borja alguna vez consideró el transporte fluvial. La capital de la República Dominicana, con algo menos de tres millones de habitantes, tiene un metro desde 2008. Y tanto en Medellín como en Santo Domingo complementaron las líneas de metro con sistemas de teleféricos.
El tranvía cuencano no arranca. El metro quiteño no concluye. Y la gran pregunta es cuál será la tarifa final. Un estudio del Banco de Desarrollo de América Latina dice que Ecuador, Venezuela y Bolivia ofrecen el transporte más barato de América del Sur pero también son poco eficientes, limpios y seguros. Los buses eléctricos de Guayaquil cuestan más pero la gente está conforme porque tienen aire acondicionado e internet inalámbrico. La gente protesta y se siente estafada cuando paga más sin que haya mejorado el servicio. (O)