Celebramos este 24 de julio, 104 años de la fundación de la Academia Nacional de Historia del Ecuador por Monseñor Federico González Suárez. Comparto con mis lectores dos reflexiones sobre Historia y Política que él hace en sus “Memorias íntimas”, publicadas en 1895. Encontré una copia en la biblioteca de mi suegro, el coronel Virgilio Guerrero Espinosa, destacado y culto militar de la Revolución Juliana, quien se interesaba por la Historia y la Filosofía, además de la Artillería y la estrategia militar.
Mons. González Suárez relata que desde su tierna edad se habituó a la lectura y sintió “vehemente inclinación” a los estudios históricos. Tendría unos doce años de edad, cuando leyó la Historia de Quito, del padre Juan de Velasco, lectura que despertó en él la afición a los estudios históricos relativos a su patria.
Leyó también al Inca Garcilaso de la Vega, la Historia Universal de Cesar Cantú y se interesó en la Filosofía de la Historia y en las ciencias auxiliares, llegando a escribir en 4 tomos la Historia del Ecuador, dejando criterios sólidos para el estudio de la historia, a saber, que hay que partir de la investigación en archivos (él visitó todos los de su época en Quito y fue al de Sevilla, España) e imponerse después el trabajo de leer despacio documento por documento, “foja por foja” para el análisis de la crítica histórica con la cual se depura la verdad.
Respecto a la política, fue muy crítico y siguió la orientación de su madre que le decía: lloraremos por el Ecuador, ya que no podemos verlo gozando de paz y de tranquilidad, ya que la política ha encendido la llama del odio entre los ecuatorianos. ¿Un sacerdote soplará esa llama para atizar el fuego de la discordia?”
¡La política! González Suárez reconocía que no hay pasión más ciega, ni más inconsiderada que la de la política. Se refería a lo que hoy conocemos como politiquería, esa “embriaguez de cólera y egoísmo, que trastorna el juicio y oscurece la razón, endurece la conciencia… y acostumbra al alma a mirar sin horror el pecado”.
Como sacerdote huyó de esa política y jamás se mezcló en partidos políticos, aunque sus enemigos lo acusaron de liberal radical. González Suárez confiesa que no fue indiferente a la suerte moral del país, por el contrario, sostuvo haber anhelado el bien general de los ecuatorianos, con el firme convencimiento de que la ruina del Ecuador ha de venir de la desunión, de la división, de la discordia de los partidos. Reflexión de acuciante actualidad. Sus “Memorias íntimas” deberían reeditarse y socializarse al máximo.