Conocí a Jenny como periodista. Visitaba Cuenca cuando mi marido ejercía como alcalde de la ciudad y quería hacernos una entrevista a los dos. Estamos hablando de los años ochenta, es decir, hace casi cuarenta años, y desde ahí no perdimos el contacto, motivadas por el afán de destacar a las figuras femeninas, así como por las ganas de hurgar en la historia.
Recuerdo su pasión por la música y por las conversaciones prolongadas. Amante de las lecturas, los diálogos se entrelazaban con las sonoras carcajadas.
Su primer y último amor fue su ciudad natal, Guayaquil, a cuya historia dedicó varios libros, relevando los aspectos más destacados del acontecer de la ciudad, así como las vidas de mujeres valiosas de la ciudad y la provincia, para lo que emprendió numerosas investigaciones que le llevaron a validar aún más las páginas de los estudios en los que estaba enfrascada.
Su libro más conocido, y que mereció varias ediciones, fue “Matilde Hidalgo de Procel, una mujer total”, libro que para muchos de sus lectores significó el descubrimiento o redescubrimiento de esa mujer extraordinaria, la primera médica del país y la primera mujer votante de América Latina.
Leí con avidez el ejemplar que me obsequió de la primera edición y tuve el honor de prologar una de sus ediciones, lo que conllevó adentrarme más en el personaje histórico y también, por supuesto, en la personalidad de Jenny.
Ella fue una mujer muy generosa con su amistad, presentó algunos de mis libros en la ciudad de Guayaquil y me ofreció siempre la calidez de esas amistades que se añejan con los tiempos.
Tuve la satisfacción, en más de una oportunidad, de ser guiada en las visitas que hiciera al Museo de la Música Popular, que lleva el nombre del inolvidable Julio Jaramillo, y sentí la emoción que vibraba en sus palabras como creadora que fue de este espacio consagrado a la música popular ecuatoriana y en el que tantos niños y jóvenes se forman, aprendiendo a disfrutar y apreciar los pasillos y a los grandes cultores que ha tenido ese género musical.
Guayaquil pierde, la patria extraña a esta mujer que me atrevo a calificar también como “mujer total”, parafraseando el libro que dedicara a la memoria de Matilde Hidalgo. El espacio vacío que deja una mujer de la talla de Jenny Estrada Ruiz será muy difícil de llenar.