¿Y si eres lesbiana? ¿Y si tu opción de vida es estar con quien te dé la gana, las veces que quieras y sin rendirle cuentas a nadie, ni a tus padres ni a tus jefes y mucho menos a esos hombres con los que estás? ¿Y si para vivir así tienes que cargar con el peso de la estructura más perversa de la sociedad llamada machismo? Pues te jodiste: nuestras sociedades solo te apreciarán, en su curuchupismo, si acoges o te impones el título de este artículo. Y en el nombre de esto te casas, divorcias, tienes hijos, pero lo peor: te embarcas en la más desesperada búsqueda de la felicidad.
Tu deber fundamental es ser mujer. O sea: pórtate bien todo el tiempo. Y ese portarse bien conlleva una suma de taras, dogmas, disposiciones, leyes, mandamientos, ordenanzas, mitos, verdades a medias, eslóganes, marcas, clichés, estereotipos, imágenes, poses, posiciones, esquemas, paradigmas y sueños.
Y si no te quieres hacer bolas: juega con todo esto o asume como la verdad absoluta Cincuenta sombras de Grey. Así lo han hecho miles de mujeres en todas las épocas. ¿Acaso Juana no llegó a ser el Papa Benedicto III en el año 822? ¿Y no hicieron lo mismo poetas como Mary Ann Evans que se convirtió en George Eliot; Armandine Dupin en George Sand; o las hermanas Brontë, Emily, Charlotte y Anne, por amor a la literatura, firmaron como Currer, Ellis y Acton Bell? ¿Ya olvidamos que también Karen Blixen se convirtió en Isak Dinesen?
Pero si te quieres hacer bolas, haz como Manuelita Sáenz y te conviertes en la libertadora de los libertadores; en Sor Juana Inés de la Cruz y te encierras a escribir los mejores poemas de tu vida para que ningún comendador te reproche que te ocupas de tonteras, o simplemente luchas denodadamente como Manuela Espejo (la hermana de Eugenio Espejo, por si acaso) y esperas siglos para que te reconozcan como una gran heroína.
Nuestras sociedades depredadoras con las mínimas osadías de las mujeres no te perdonan ni te castigan por optar: te espantan, alejan o excluyen sin hacerte sentir culpable, simplemente eres una mujer (en la más perversa expresión de la palabra). Y si te conviertes en esa mujer compleja (vista desde lo masculino como inteligente, auténtica o decidida) ten por seguro que vas a espantar a todos los hombres, harás de ellos seres temerosos, con una discapacidad para someterse, pero también con la mínima capacidad para aceptarse. No es menos cierto que también si eres así (inteligente y auténtica) tendrás que luchar sola porque habrá mujeres que sospecharán de ti y te verán como un peligro para sus matrimonios y quizá para desnudarse en su real condición.
Mejor busca marido para que te mantenga. Eso es mucho más fácil, cómodo y placentero. ¿Para qué estudias, lees, trabajas, te independizas y miras el mundo a través de tus sensibilidades y osadías? Eso causa angustia, que, como dice el poeta cubano, es el precio de ser uno mismo.
Pero si de todos modos quieres ser una mujer del siglo XXI y asumir todos los riesgos y retos que esto conlleva, mejor lee con todo fervor Mujeres que corren con los lobos, y punto.