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El Telégrafo

Medios condenados

08 de abril de 2011

El pasado 8 de febrero, la Sala Primera del Tribunal Supremo de Justicia de España confirmó “la condena impuesta al canal Telecinco por intromisión en el derecho al honor y la intimidad del presentador Pepe Navarro, al que deberá indemnizar con 270.000 euros por los comentarios vertidos en los programas Aquí hay tomate, A tu lado y Salsa Rosa Express, sobre supuestas paternidades e infidelidades del comunicador, así como sobre acoso laboral”. Casi al mismo tiempo, también el Juzgado 19 de Madrid dictó sentencia contra Antena 3 Televisión y Cuarzo Producciones por vulneración de los derechos al honor y a la intimidad personal y familiar de Pepe Navarro. La cadena y la productora deberán “cesar en su conducta ilegítima, indemnizar al presentador por dicha intromisión y abonar las costas del procedimiento”.

Estas dos sentencias, por atentar contra la intimidad del presentador, fueron acogidas sin el más mínimo ruido por parte de las dos estaciones españolas de televisión. Asumieron sus errores y su culpabilidad. No protestaron ni armaron ningún escándalo. No se quejaron ni aprovecharon el hecho para hacer oposición. A nadie se le ocurrió decir que era un atentado contra la libertad de expresión o contra la libertad de prensa. Tampoco dijeron que la sentencia socavaba la democracia o que la justicia está vendida. La acogieron y pagarán las indemnizaciones ordenadas. 

Cabe anotar, además, que la justicia sentencia al medio de comunicación y no a los periodistas que forman parte de los programas. Son las estaciones de televisión las responsables directas de lo que se emite o deja de emitirse. Al margen de la cantidad de dinero que el presentador Navarro deberá recibir, es una señal inequívoca de que los programas, en este caso “rosas”, deben cambiar y modificar sus criterios de emisión de información. Si en España sucede esto, en Ecuador es lo mismo. Nunca se hace una mínima investigación seria. Jamás se contrastan fuentes. El propio involucrado nunca tiene la posibilidad de, al menos, ejercer su derecho a la defensa. Por ello, esta sentencia es un ¡basta ya! a la intromisión en la vida privada de las personas, es un ¡basta ya! a esta práctica, tan deleznable, de intentar convertir a toda costa al rumor en noticia; es un ¡basta ya! a aquel facilismo de buscar el escándalo a como dé lugar para mejorar sus audiencias.  Y es un ¡basta ya! a los programas que incluso llegan a inventarse noticias o, lo que es peor, a provocarlas, todo con la finalidad de “vender más”, es decir, subir en el rating.

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